Para Juan Manuel Blanco, Florencia Castagnani, Valentín Prieto, Hernán Roperto y Nicolás Valentini, con quienes tuve el placer de compartir, durante
mayo y junio de 2004, los encuentros del seminario sobre Bresson, aquí en el Sur.
“El cinematógrafo es una escritura con imágenes en
movimientos y con sonidos.”
“El CINE bebe de un fondo común. El cinematógrafo hace un
viaje de descubrimiento en un planeta desconocido.”
“Crear no es deformar o inventar personas o cosas. Es
establecer relaciones nuevas entre personas y cosas que existen y tal como
existen.”
“Nada de actores.
(Nada de dirección de actores.)
Nada de papeles.
(Nada de estudio de papeles.)
Nada de puesta en escena.
Sino el empleo de modelos, tomados de la vida.
SER (modelos) en lugar de PARECER (actores).”
Robert Bresson en Notes sur le cinématographe (1975).
Veo a dos mujeres maduras dialogando en un colectivo. Una
le cuenta a la otra que uno de sus hijos cambió de automotor y otro, abrió un
negocio. El tono de su voz habla de la gravedad que revisten esos asuntos para
ella. R.B. jamás se detendría en ellos, prefiere filmar las marcas que dejan
las miradas: “la fuerza eyaculatoria de los ojos”, escribió.
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Vueltas a ver en el mismo día lluvioso, con unas
pocas horas de diferencia: Pickpocket, Robert Bresson y La baie de
anges, Jacques Demy. Encuentro más de un punto de coincidencia entre
ellas, sobre todo el de renunciar a
explicar la conducta de sus personajes centrales –uno obsesionado por el robo y
la otra por el juego- mediante la psicología. Ni el ratero anónimo ni Jackie
tienen historia anterior que los justifique. Y ambos son traídos y llevados por
el azar.
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Marguerite Duras afirmó: “ A uno no le pueden gustar los dos, Bergman y Dreyer, eso no, no puede ser.” Escribo, a uno no le pueden gustar Proces de Jeanne d’Arc y La Pasión de Jeanne d’Arc. O la una o la otra. O el “cinematógrafo” o el espectáculo.
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El fundamentalismo bressoniano conduce al espectador
a un cul de sac. Situación difícil
en estos tiempos en que toda opinión tiende a ser ironizada y todo filme
termina por ser justificado. Sumergirse en sus filmes puede ser un baño
purificador; después de él ...¿qué?. El silencio, probablemente.
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Entre otras cosas, Bresson es el cineasta de las manos y de los pies, es decir de los planos detalles. Un realizador metonímico que deja a quién frecuenta su obra la ardua, también gozosa, tarea de imaginar para completar. Tentados por el ejercicio, algunos estudiosos han cedido a discurrir en torno a detalles que no se encuentran en el filme. (Los dos párrafos, uno tachado, que, según Zunzunegui, están en el plano de apertura de Pickpocket.)
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Cada opus es el enfrentarse a una nueva
dificultad, siempre mayor, para Bresson. Filmar el “diario” de Bernanos,
registrar el laborioso trabajo por el que un prisionero escapa, perseguir las
manos danzantes de los carteristas y ser fiel a las palabras del proceso contra
una adolescente en el siglo XV. Después, el desafío mayor, tomar como
protagonista a un asno. Cada película es un nuevo escalón, un riesgo absoluto,
una prueba para sí mismo. Sin duda: el cinematógrafo como vía de conocimiento.
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“Así que el libro no avanza. Pero es necesario hacerlo. Y
tengo una gran impaciencia por hacerlo. Creo que es el momento adecuado. Porque
el cine se acaba.” Bresson a Godard y Delahaye en La pregunta, un
reportaje aparecido en mayo de 1966, en el número 168 de Cahiers...¿Cómo
debe leerse allí la palabra “cine”? ¿Cómo lo opuesto a “cinematógrafo”? ¿Por
eso la impaciencia? ¿O es una sentencia apocalíptica como las que proferirá
Daney algo más de dos décadas después?
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Notes sur le cinématographe recién aparecerá en
1975, al año siguiente del estreno francés de Lancelot du Lac, película
que muestra el final de un mundo. Bresson tiene ya setenta y cuatro años e
ignora que vivirá un cuarto de siglo más. Es claro para mí que esta demorada
publicación, más de las dos terceras partes del libro están escritas entre 1950
y 1958, se debe a su urgencia de “pasar el testigo” dando cuenta, en forma de
aforismos, de su poética.
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Después de ver Au hasard Balthazar, alguien
observa que los “modelos” de Bresson se parecen unos a otros en la imagen, que
cuesta diferenciarlos. Es así, lo que ocurre es que su singularidad, más allá
de su apariencia física, es responsabilidad nuestra, de los espectadores,
obligados a crear sus emociones. Sobre todo, después de la desaparición de la
‘voz over’ que va desde Journal...hasta Pickpocket pero
ya falta en Proces...
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Desde Journal, la ausencia de actores y su
reemplazo por “modelos” dificultó la financiación de los filmes de Bresson. Él
lo sabía, pero no cedió: son conocidas las
dificultades burocráticas que atravesó, siendo ya un anciano, para poder
concretar Le diable probablement y L’argent. Actitud poco usual que lo
emparenta con Víctor Erice. Manera de estar en el cine que, de otra manera,
quizás al sesgo, encuentra su reflejo en algunos, pocos, cineastas muy jóvenes
de hoy, absolutamente desconocidos para el gran público y aún en la exploración
de sus posibilidades.
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Me señalan que en la secuencia preliminar, anterior
a los títulos, de Lancelot du Lac, la decapitación y el subsiguiente
gorgoteo de la sangre no son creíbles. Me preguntan cómo enlaza con el “todo debe creerse” bressoniano. Arriesgo
una hipótesis, al estar colocado antes de los créditos, es como si esa imagen
junto a otras semejantes quisieran agotar todos los lugares comunes de la Edad
Media cinematográfica, para luego pasar a su reconstrucción, jugada casi enteramente
a la utilización de sonidos que, conjeturo, son los mismos que podían oír
Guenievre o Artus.
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¿Cuáles son los “modelos” ideales de Bresson? El
asno Balthazar o los caballeros que cubren su rostro con el yelmo en el torneo
de Lancelot. Sin ninguna duda. Son sólo figuras que se expresan con sus
movimientos, de igual manera que Charles, el personaje central de Le
diable..., nos informa sobre él a través de la manera en que camina, planteada
en la escena de apertura.
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“Todo es
gracia”, dice el cura de Ambricourt antes de morir. Progresivamente, de filme
en filme: ya totalmente en Au hazard Balthazar, la gracia se transforma
en azar, no obedece a ningún plan. Y con el azar, a su lado, aparece el
suicidio: el de Mouchette, el de la joven de Une femme douce, el de
Charles ya totalmente desacralizado, una elección propia de un joven. “Creía
que en un momento tan grave como éste, tendría pensamientos sublimes”, le
explica a Valentin. Y alcanza a decirle, antes de que éste dispare “Quieres que
te diga...” Se me ocurre que Bresson quiere que completemos esta frase.
***
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Vistas una sola vez, las películas de Bresson pueden
provocar poco. Hay que contemplarlas obstinadamente, como a ciertos párrafos de
Thomas Bernhard, para que comiencen a iluminarnos, a trabajar en nosotros, a
ponernos –bienvenido que así sea- en crisis como autores, como espectadores,
como escribas sobre cine. Como hombres, en fin...Es el resultado más noble que
puede obtener el arte: arrasarnos para ver qué podemos hacer, después, en el
desierto.
***
“Jeanne, para llegar hasta ti que extraño camino he tenido que recorrer.”
. . .
EMILIO TOIBERO. Mayo y junio de 2004
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