martes, 3 de junio de 2014

Katzelmacher, de R. W. Fassbinder



La negación del fuera de campo.


Un plano, de mayor duración que lo que el actual cine mainstream prescribe, registrado con una cámara estática y ubicada a cierta distancia de los actores que encuadra, puede generar una intensa presencia del fuera de campo, sea a través de los sonidos (pienso en India Song), o a través de la entrada, o la salida, de personajes en el encuadre (recuerdo French Can Can). En Katzelmacher, segundo largometraje de Rainer Werner Fassbinder, rodado en nueve días de agosto de 1969 en Munich, ocurre precisamente lo contrario. El carácter estático de la cámara, los pocos y convencionales sonidos de la vida urbana que pueden oírse, la escasa movilidad de los actores y la ausencia de transeúntes en las muchas situaciones, muy semejantes entre sí, que suceden en la vereda de un monoblock, hacen que el mundo se reduzca a aquello que puede verse. ¿La metonimia como en Bresson? No. Los fragmentos de los actores trozados por el encuadre del cineasta francés permiten imaginar el cuerpo todo, los recortes que nos da a conocer Fassbinder sólo hablan de sí mismos. Aún cuando recurra a esos travellings en retroceso que acompañan los paseos por el mismo espacio de sus criaturas, de a dos, y que funcionan a la manera de signos de puntuación. Durante ellos nada parece existir más allá del edificio que se recorta en el fondo.


Para que se entienda esta estratégica obstinación, reparemos por ejemplo en la única situación que podría quebrarla. Es aquella que protagoniza la mujer excéntrica y adinerada que vive en su auto, al que lleva, con propósitos sexuales, a los dos únicos hombres del film que trabajan, Franz y Yorgos. Es la única secuencia que se desarrolla fuera de los pocos escenarios, todos del mismo barrio y apenas decorados en su mayoría, en que transcurre la acción. Este personaje proviene de un lugar social diferente y, por ello, exige un espacio distinto que, sin embargo, no rompe la negación del fuera de campo al situarse en un medio natural que no aporta nueva información, que no se articula con el resto, y sólo señala el asfixiante encierro en que transcurre la vida de los otros. Por falta de dinero, sin dudas, pero también por ese no saber qué hacer ni siquiera dolorido, ese taedium vitae que corroía las vidas de ciertos jóvenes en los márgenes, restos en este caso del finalizado “milagro económico alemán”, y que alimentó a tanto cine sesentista, sobre todo el de aquellos que por ese entonces ya eran veteranos.

'Katzelmacher' es una expresión del slang muniqués que equivale al cock master estadounidense. Quien se hace acreedor a esa denominación es Jorgos, un inmigrante que no habla alemán –interpretado por el propio Fassbinder– y que dejó a su familia en Grecia. Quienes le otorgan ese calificativo son un grupo de jóvenes que oscilan entre la noia y la nada: de la cama a la calle, y de allí a la taberna. Como no pueden comunicarse con él entran a hacer circular una serie de aptitudes y actos puramente imaginados, ejemplificando aquella teoría cozarinskyana, expuesta en Le Récit indéfendable, del chisme como momento fundante de la ficción literaria, El resultado de los rumores es una agresión violenta e infundada contra el griego, cuyo registro se aleja radicalmente de la gran cantidad de films donde las tensiones desembocan en una explosión final. Los golpes a Jorgos son mostrados con la misma parquedad que el resto de las acciones. Fassbinder no pretende suscitar emociones, de ahí el final abrupto, inesperado, que no deja lugar a ninguna descarga catártica. Sí quiere, conjeturo, obligar al pensamiento.

¿Puede hablarse de minimalismo? Quizás, si se observa el film desde nuestro presente. Pero, se me ocurre, que más bien habría que considerar su origen –hay una pieza detrás, escrita por Fassbinder para su Antitheater– y la reflexión consiguiente de cómo transponer el teatro al cine, sin recurrir al trajinado expediente de entregarse a un frenético cambio de escenarios. Un cartel colocado antes de la primera imagen, atribuido al escritor alemán Yaak Karsunke, reza: “Es mejor cometer nuevos errores que perpetuar los viejos.” Como la sentencia, creo yo, no parece referir a nada de lo que ocurre en el mundo diegético propuesto, habrá que suponer que la misma alude a la manera en que éste es representado. Una forma despojada que se aleja del verosímil realista, irreverente en su momento (y también ahora), quizá elegida a partir del mínimo presupuesto de ochenta mil marcos con el que se contaba, que utiliza procedimientos propios de cierta estética teatral, entre ellos el legendario efecto de extrañamiento brechtiano: que origina la gelidez que recorre todo el metraje, mirados desde una óptica inequívocamente cinematográfica puesta de manifiesto claramente, como no puede ser menos. En este sentido: el de investigar cómo hacer para ir del teatro al cine, quizá, pueda entenderse la dedicatoria del film a la dramaturga bávara Marieluise Fleisser, uno de cuyos textos, Pioniere in Ingolstadt, filmaría Fassbinder con igual nombre al año siguiente. Katzelmacher aparece a treinta y cuatro años de su rodaje como una experiencia inquietante en la que un temprano Rainer Werner –que no se nombra como actor en los títulos- intenta, y consigue, expresar el desacuerdo con su entorno a través de su paradójica negación en el relato y de la incitación a recrearlo que esto origina.

Ficha técnica:

Katzelmacher
RFA, 1969.
Alemán y dialecto bávaro, b/n, 88m.
Dirección: Rainer Werner Fassbinder.
Intérpretes: Hanna Schygulla ( Marie), Hans Hirschmüller (Erich), Lilith Ungerer (Helga), Rudolf Waldemar Bren (Paul), Elga Sorbas (Rosy), Harry Baer (Franz), Irm Hermann (Elisabeth), Rainer Werner Fassbinder (Jorgos), Peter Moland (Peter), Doris Mattes (Gunda), Hannes Gromball (Klaus), Katrim Schaake (mujer en la taberna).
Guión: Rainer Werner Fassbinder a partir de su obra teatral homónima.
Fotografía: Dietrich Lohmann.
Montaje: Rainer Werner Fassbinder (como Franz Walsch).
Sonido: Gottfried Hüngsberg.
Música: Franz Schubert (fragmentos seleccionados por Peer Raben).
Asistente del director: Michael Fengler.
Asistente de cámara: Herbert Paetzld.
Producción: Peer Raben (como Wilhelm Rabenbauer).
Compañía productora: Antitheater-X Film.
Estreno: 8 de octubre de 1969, en el Festival de Mannheim.

EMILIO TOIBERO.

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