sábado, 7 de junio de 2014

Arregui, la noticia del día, de M. V. Menis



Las palabras de la clase media


Leopoldo Arregui cree que tiene SIDA. Deprimido y ebrio no quiere ir a una fiesta de la comunidad judía a la que fue invitado por Gabi, uno de sus compañeros de trabajo, que lo está acompañando. Pero, se sabe, “si Mahoma no va a la montaña...”, y entonces el rabino que presidirá la celebración se llega, inexplicablemente acompañado, hasta las umbrías dependencias del archivo anexo de Tribunales. Luego de espetar un esperanzado discurso, con previsibles resonancias bíblicas, al atribulado Leopoldo, lo toma de la mano e improvisa, junto al resto, una danza. Mediante un corte directo, la directora Menis, que acá ha incursionado en el video digital, nos conduce a un plano detalle de muchos pies que siguen el ritmo de la música sobre un suelo cubierto por archivos judiciales reducidos a tiras de papel. ¿Por qué el corte y por qué ese plano? ¿Se nos quiere insinuar que las extremidades en movimiento representarían a lo vital que aplasta a los pliegos rasgados, que pertenecerían al orden de lo muerto? ¿O es que acaso esta imagen introduce un dato esencial en la diégesis que no pude advertir?


Durante todo el metraje, y muy especialmente en la interminable borrachera de los trabajadores de la oficina, se tiene la sensación de que la realizadora no tiene claridaed con respecto a por qué prolongar un plano o por qué cortarlo, cuestión que Jean-Luc Godard siempre ha señalado como esencial. Más bien, lo que parece que ocurre en Arregui, la noticia del día es que una vez que los personajes dejan de hablar —y hablan mucho hay que admitirlo—, o terminan de ejecutar alguna acción, el plano se corta porque el rodaje está subordinado a la ilustración del guión. Estamos muy lejos de aquella sabia advertencia de François Truffaut de filmar contra el guión y montar contra lo rodado, por lo que aquello que se ve se aproxima mucho más al teatro o a la televisión —medios que también ha frecuentado Menis— que al cine.

Aunque Carmen Maura se corte por sí sola en una cuerda realista, es interesante que la cineasta apele al grotesco para dirigir al resto de sus actores, dejando a un lado el agotador naturalismo que practica la mayor parte del cine que se filma en Argentina. Pero la elección de ser coherente en ese tono perjudica a uno de los pocos hallazgos que podría pensarse que ya estaba en el guión. La película se abre con un noticiero televisivo, a la manera de los más sensacionalistas, que investiga acerca de algo —que por el momento se ignora— que ha hecho Leopoldo Arregui: no sé cuál habrá sido la intención pero, por la marcación del actor que interpreta al conductor de la emisión, no caben dudas de que el espectador advierte que la misma pertenece al plano de la ficción.

Si en otros films que tenían la misma matriz argumental que éste —por ejemplo la maravillosa Vivir (Ikiru, 1952), de Akira Kurosawa— resultaba creíble que el protagonista, ante la amenaza de una muerte cercana, diera un giro copernicano a su vida e hiciera lo que no se había atrevido a hacer antes, el rápido cambio, en unas pocas horas, de Leopoldo Arregui parece más resultado de la necesidad del guión de que el personaje diga un par de cosas, como, por ejemplo, que el Poder Judicial está corrupto, para nada nuevas ni en el cine, ni en la televisión, ni en la vida, y se lamente acerca de aquello en que se ha convertido la clase media argentina (especie en progresiva extinción). Ese gemir está en el aire de nuestros tiempos que corren: “¿Qué pasó y cómo nos pasó a nosotros?” pregunta, con mayor artillería intelectual, Beatriz Sarlo en un reciente artículo llamado “Ya nada será igual”.

Lo que el film desatiende —¿por ignorancia de sus responsables?— es que para insinuar algo distinto, que vaya más allá de la doxa, es necesaria una forma que se aparte de la costumbre. Toda película, lo quiera o no, piensa al mundo: ¿y ésta cómo lo piensa? Tras desparramar sus verdades, provocadoras de módicos cambios en su entorno familiar, Arregui, junto a su esposa española, huyen hacia Corrientes, el lugar donde nació su amor, suerte de paraíso inicial evocado por algunos ritmos de chamamé desde la banda sonora. Después un didascálico informará que, allí, siguen muy enamorados. Puede pensarse que lo que la diégesis propone es, al contrario del “Di tu palabra y rómpete”, de Friedrich Nietszche, un argentinísimo “Di tu palabra y huye”. Pensamiento latente en el imaginario de la clase media —donde se asemejan Enrique Pinti y Ernesto Sábato como valientes portadores de grandes verdadades— que, en su gran mayoría, apoyó, de manera entusiasta, al Proceso de Reorganización Nacional, a la Guerra de las Malvinas y a las privatizaciones, de las cuales ahora se lamenta, y de la que —¿conscientemente o por azar?— esta película se convierte en portavoz.


Ficha técnica:

Arregui, la noticia del día
Argentina, 2001.
Castellano, color, 103m.
Dirección: María Victoria Menis.
Intérpretes: Enrique Pinti (Leopoldo Arregui), Carmen Maura (Isabel), Damián Dreizik (Gabi), Lucrecia Capello (Silvia), Daniel Casablanca (Beto Arregui), Alicia Mouxaut (Perla), Vanessa Weinberg (Marta Arregui), Alicia Zanca (Enfermera), Jorge Suárez (Dr. Inchausti), Claudia Lapacó (Chantal), Alberto Anchart (Shaie), etc.
Guión: María Victoria Menis.
Música: Chango Spasiuk, Sebastían Escofet.
Fotografía: Marcelo Iaccarino.
Montaje: César Custodio, Miguel Pérez.
Diseño de producción: Luis Fernández, María Victoria Menis.
Dirección artística: Marcela Bazzano.
Diseño de sonido: Marcos de Aguirre, Jesica Suarez.
Jefa de producción: Gabriela Schmid.
Asistente de dirección: Alicia Girbal.
Coordinación de posproducción: Sofía Hernández, María Victoria Menis.
Dirección de producción: Luis Fernandez.
Una producción Todo Cine S.A.
Distribución en Argentina: Distribution Company S.A.
Estreno en Buenos Aires: 2 de agosto de 2001.
Foto gentileza de Distribution Company S.A..

EMILIO TOIBERO.

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