Nené y Juan Carlos bailan, a altas horas de la
noche, en el salón de un club social de un pueblo pequeño. Son los únicos que
todavía permanecen después de una fiesta, donde ambos intervinieron en una representación
llamada “Tres épocas del vals”. La ropa que usan, la música, el encuadre
remiten a un baile nupcial. Tras un corte directo, que no aclara el tiempo
transcurrido entre plano y plano, vemos la mano de él que avanza, sin
conseguir llegar a destino, sobre un muslo de ella. En ese encuentro entre
imagen e imagen, producto del montaje, está enunciado, a través de un
procedimiento estrictamente cinematográfico, el tema central de Boquitas
pintadas: las prácticas y las consecuencias del doble discurso en un mundo
ficcional, que inequívocamente alude a Argentina, entre circa 1935 y 1973: en
un 12 de mayo de este año está fechada, didascálico mediante, la última
secuencia.
Lo que la diégesis propone es una sagaz inversión de un motivo tópico del
melodrama, y no solamente cinematográfico, aquel de la heroína disputada por
varios hombres y, asimismo, presa de una enfermedad fatal. Pero en esta obra
de Leopoldo Torre Nilsson (5 de mayo de 1924, Buenos Aires-8 de septiembre de
1978, Buenos Aires) el que sufre de un mal incurable es un hombre y quienes
se lo disputan son mujeres, dando así lugar a que la Camille de Cukor
reaparezca travestida en Juan Carlos Etchepare, ofrecido como quintaesencia
del macho de estas tierras.
Claro está que esta idea estaba ya en el admirable folletín de Manuel Puig
que funciona como hipotexto. Pero el film se distancia del humor que corroía
al texto que adapta, aunque conserve su melancolía, y elige ser un melodrama
asumido, lo que es inusual para el cine argentino hecho desde los ’60 hasta
hoy, donde el género funciona como coartada culposa, cuando funciona: la
situación onírica en el cementerio es un buen ejemplo de cómo la puesta en
escena enfrenta, sin prevenciones, el ridículo.
Los personajes atravesados explícitamente por el deseo, tras avatares varios,
concluyen frustrados, sobre todo las mujeres, y el hombre que era objeto de
su culto, muerto. Como si determinadas ideas, sagradas para cierto imaginario
argentino, pero no solamente de nuestras latitudes, como las de amor, pareja,
maternidad, familia, fueran dadas vuelta para descubrir —en 1974: año del
rodaje, tan significativo para la historia de nuestro país— que nacimos
solos.
Dentro de la errática, imprevisible carrera que, a lo largo de veintiséis
años (de 1949 a 1975), desarrolló Leopoldo Torre Nilsson como realizador,
Boquitas... aparece como un pico dentro de ese evidente doble discurso que
prodigó desde Martín Fierro (1969), consistente en intentar desde la
industria —de la que nunca se apartó— seducir al gran público mientras
lanzaba señales a espectadores más inquietos, como nunca pudo hacer su
cineasta de cabecera, Orson Welles, de quien toma ciertas angulaciones de
cámara y una predilección por las lentes que sustraen a la imagen de una
apariencia “natural”.
Pero el film también puede verse, sobre todo cuando narra las agonías de Juan
Carlos y Nené, como un generoso anticipo de Piedra libre (1975), su último
trabajo, donde dio rienda suelta a su amor por el melodrama para conseguir
uno que no desmerece frente a los mejores de Arturo Ripstein.
Ficha
técnica:
Boquitas
pintadas
Argentina, 1974.
Castellano, color, 120 m.
Dirección: Leopoldo Torre Nilsson.
Intérpretes: Alfredo Alcón (Juan Carlos Etchepare), Martha González (Nené),
Luisina Brando (Mabel Sáenz), Leonor Manso (Antonia, La Rabadilla), Raúl
Lavié (Francisco Páez, El Pancho), Isabel Pisano (Celina Etchepare), Cipe
Lincovsky (Elsa Di Carlo), Mecha Ortiz (Gitana), Luis Politti (el médico) y
Berta Ortegosa (la madre de Juan Carlos y Celina).
Guión: Leopoldo Torre Nilsson y Manuel Puig sobre la novela homónima de este
último, con la colaboración de Beatriz Guido y Luis Pico Estrada.
Fotografía: Aníbal Di Salvo.
Montaje: Antonio Ripoll.
Música: Waldo de los Ríos.
Dirección artística: Miguel Ángel Lumaldo.
Producción: Contracuadro, Juan José Jusid Producciones y Leopoldo Torre
Nilsson.
EMILIO
TOIBERO.
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