A
diferencia del recorte de los jóvenes que practica el cine mainstream y que,
casi excluyentemente, los muestra absorbidos por problemas o bien del sexo o
bien del corazón o bien de esa abstracción mayor que es la familia, H.I.J.O.S.,
el alma en dos se detiene a mostrarlos en trabajos concretos: entre otros,
arreglar una casa, construir pancartas, redactar un comunicado o un
estribillo para cantar en un escrache al militar retirado Basilio Benito
Pertiné, en los tiempos en que todavía era hermano de la primera dama. Los
jóvenes que integran la
asociación Hijos por la Identidad y la Justicia contra el
Olvido y el Silencio, por la mirada que sobre ellos arrojan Guarini y
Céspedes, hacen una contestación de su cotidianeidad, que es la que empecinadamente
los cineastas observan. No hay arrebatos épicos en esta película, así como
tampoco calculados impactos para provocar las lágrimas, lo que debe
agradecerse en el tratamiento de un tema tan delicado. Es en ese sentido
ejemplar la visita al cementerio por parte de Silvina, una joven argentina
que vive en París, que, acompañada por su tía va a visitar la tumba de su
padre, víctima del autodenominado Proceso de Reorganización Nacional. Su mano
acariciando la foto a un costado del nicho; la observación de que las flores
no deben tapar la imagen de un hombre, que se adivina tan joven como su hija
en la foto ya amarilla; la palabra “superpapá” para referirse al ausente, van
tejiendo un clima tan íntimo que coloca al espectador en su habitualmente
velada condición de intruso, impidiéndole cualquier catarsis que le permita
liberarse de su responsabilidad.
La manera en que los directores han organizado su material consigue que lo
documental se deslice gradualmente hacia lo narrativo, de manera similar a lo
que ocurre en Fantasmas de Tánger, entre otras obras de Edgardo Cozarinsky.
Partiendo de una situación coral en que cada uno va resumiendo su historia,
el discurso elige centrarse, esencialmente, en tres mujeres jóvenes,
pertenecientes a H.I.J.O.S., que cargarán sobre sus espaldas la mayor parte
de la acción. Por
un lado la ya nombrada Silvina, que ha regresado para reunir material para
una tesis universitaria; después está esa joven de ojos claros, resistentes a
desaparecer de la memoria, que trucando fotografías intenta reunir a su
familia irremediablemente disuelta y a las de sus amigos –habría acá toda un
costado que reflexiona sobre la imagen como posibilidad de elaborar aquello
que la realidad cercena– y, por último, la otra joven que espera, obstinadamente,
la aparición de un hermano que, probablemente, haya sido secuestrado cuando
nació. Que sea ella la que, con una sonrisa, prácticamente cierre el film
diciendo que quizás el martes, día siguiente a los dos feriados que siguen al
día del rodaje, puede aparecer, implica una moderada nota de optimismo en un
discurso que desecha cualquier triunfalismo y que antes que referirse al
pasado, evocado a través de palabras, elige ver cómo éstas se dicen en el
presente y qué actitudes las acompañan.
La apertura de H.I.J.O.S... es contundente con respecto a esta intención.
Desde la calle vemos cámaras, hombres de prensa, público que se agolpa frente
a un edificio. Dentro de él un juicio, el que se realiza a Alfredo Ignacio
Astiz por aquella inolvidable declaración donde afirmó que era la persona
indicada para acabar con políticos y periodistas. A sus espaldas, de
improviso, un grupo de jóvenes rompe la mentirosa formalidad de la ceremonia:
corean y gritan, lo agreden desenmascarándola. Obligados a abandonar el recinto,
la cámara se va con ellos en una clara toma de posición. Lo que allí dicen
los integrantes de H.I.J.O.S. va acompañado de una actitud que no es la
habitual en las protestas, van junto con el desprejuicio y la bronca, la
alegría.
Guarini y Céspedes han conseguido lo que es un mérito mayor y poco frecuente:
un tono muy personal que se mantiene a todo lo largo del film, un ir y venir
entre la melancolía, la tibia esperanza y la afirmación de la gente en un
trabajo constante, que está a años de la luz del triunfalismo, la nostalgia o
el oportunismo que se adueñan de tantas películas que intentan hablar del
oscuro pasado y sus consecuencias en el no menos umbrío presente. Logran
fotografiar algo que está oculto –una de las posibles acepciones de ‘escrache’–
para una gran cantidad de espectadores: en este caso el decidido empeño de
unos jóvenes. Por esto es imprescindible su visión.
Ficha técnica:
H.I.J.O.S. El alma en dos
Argentina, 2002.
Castellano/ francés, color, 80m.
Dirección: Carmen Guarini y Marcelo Céspedes.
Guión: Carmen Guarini.
Producción: Marcelo Céspedes y Carmen Guarini.
Fotografía: Carmen Guarini y Segundo Cerrato.
Montaje: Alejandra Almirón y Carmen Guarini.
Sonido: Alejandro Alonso y Cote Álvarez.
EMILIO TOIBERO.
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