Por
un lado, se narra la historia de una mujer, Jessie, que, previo pago, asesina
tan sólo a hombres, elección que parece estar motivada por una profanación
que sufriera en el pasado. A su pesar, se enamora de quien no sabe que debe
ser su próxima víctima, el anticuario Conrad Brian Reynolds. Una vez que lo
elimina se entera de que era inocente de aquello de que quien le encargó el
crimen lo acusaba.
Por otro lado, se narra la historia de una joven, asimismo llamada Jessie,
que, en su luna de miel en Jamaica junto a su esposo Brian, vive obsesionada
por la persecución de un hombre que, como a la otra, alguna vez la violó.
Concluirá dándose cuenta de que el violador es su reciente marido que intenta
asesinarla para quedarse con la cuantiosa fortuna que ella heredó y,
aparentemente, lo consigue simulando un suicidio.
He ahí dos tramas, con sus respectivas presentaciones, nudos y desenlances,
estructuradas en tres etapas cada una, tal como predican los manuales. La
cuestión se complica cuando resulta evidente que, pese a sus muy diferentes
apariencias, ambas mujeres están interpretadas por la misma actriz y ambos
Brian -aunque el primero se llame Conrad Brian, es llamado por su segundo
nombre- por el mismo actor. De la misma manera que otros personajes, pero
sobre todo dos: Louise, la mujer que encarga el asesinato de Reynolds y Paula
Quinn, la amante y cómplice, también en Jamaica, del esposo ex violador,
están asumidos por la misma intérprete, así como el socio de Conrad Brian, al
que la serial-killer mata por equivocación, y el detective, al que la
reciente desposada también mata creyendo que es otro, estén asumidos por el
mismo actor y digan iguales palabras antes de morir. (Lo que no es tan fácil
de percibir dado que ambos intérpretes no suelen aparecer a menudo en la
pantalla).
Pero estos datos son apenas un mínimo indicio de los múltiples lazos que se
tejen entre ambas historias, siempre en una hay un eco de la otra: hay un
cuadro que cambia según quien lo mira, entre otros muchos objetos, como unos
frascos que contienen sales de baño con el logo de un hotel jamaiquino, que
está en las dos de la misma manera que vasos que se caen y derraman su
contenido, y, sobre todo, está el hecho, muy marcado en los primeros tramos
del metraje, de que, mientras transcurre un argumento, la protagonista del
otro duerme y lo sueña, y viceversa. Como en aquel cuento de Chuang Tzu,
Sueño de la mariposa, que dice "Chuang Tzu soñó que era una mariposa. Al
despertar ignoraba si era Tzu que había soñado que era una mariposa, o si era
una mariposa y estaba soñando que era Tzu".
Aunque en más de una ocasión se produzcan intromisiones inesperadas, por
ejemplo en la escena de amor en el acuario -explícito homenaje a La dama de
Shangai- situada en Nueva York y registrada con abundantes planos donde la
cámara está colocada detrás de una pecera, aparece uno donde, tras los peces,
está la pareja en el cuarto de hotel de Jamaica, evidente guiño de Ruiz a su
público para señalarle que las imágenes van más allá del relato, solicitándole
que acepte participar en el juego que llega a un alto punto de intensidad
desconcertante cuando ambas Jessie dialogan entre sí: la acosada de este lado
del espejo y la asesina del otro. (¿Es que el verdadero acoso es de una a la
otra?)
En un reportaje concedido a un diario mexicano, "La Tercera",
hablando de Identidad paralela poco antes de que Ruiz viajara a la edición
´98 del Festival de Venecia, donde el film, fuera de concurso, tuvo su
estreno mundial, decía "...estoy en contra de reducir todas las
películas a una estructura narrativa muy rígida, que tiene tres actos y un
conflicto central. Esta película no es así. Son dos películas con conflicto
central envueltas en una sin conflicto. Dicho de otro modo, se trata de dos
estructuras en tres actos envueltas en otra de un acto, que es una cosa muy
inusitada".
Esa estructura de un acto a la que Ruiz alude sirve, en apariencia, para
explicar, muy por arriba, todo lo que antecede, como sucede en todos los
finales que le conozco salvo el de El tiempo recobrado (1999). Abruptamente
la acción se traslada a una casa de salud en Seattle donde el amplio hall no
es otro que el del hotel de la luna de miel, donde quién atiende a la Jessie
de Jamaica no es más que el psicoanalista de la otra, donde quien era una
vidente es ahora una enfermera, y así sucesivamente. Podrá pensarse que hubo
una situación real, la de la viajera que soñó la vida de la asesina, ahora
internada por desequilibrio psíquico, como sugieren las dos primeras
secuencias de apertura, y así se explicarían las similitudes entre ambas. Si
ahí terminara la película, todo el mundo podría quedar contento, con un final
donde todo queda claro, como dijo Buñuel que quieren los espectadores
burgueses para, después de los títulos finales poder pasar, inmediatamente, a
hablar de la próxima excursión de compras.
Lamentablemente para ese tipo de consumidores, esta es una obra de Ruiz. Y
entonces, aquello que parece haber sido eliminado de la copia estrenada en
Estados Unidos aunque sí está en las presentadas en Europa y también en esta
edición en video que comentamos, la enferma Jessie desaparece de Seattle pese
a su precario estado físico, y reaparece en Nueva York la otra Jessie, a la
que por vez primera se le ven las cicatrices que indicaban intentos de
suicidio en la primera (¿o es la segunda?), que vuelve al bar atiborrado de
espejos donde comienza el discurso, proponiendo así una estructura circular
que desactiva cualquier certeza. Encuentra a Brian en el baño, lo mata y a
continuación dispara al espejo que tiene frente a ella. El vidrio se rompe
por la bala y tras los fragmentos que caen, imagen que se repite varias veces
durante el metraje para marcar el paso entre una situación y otra, se ve a la
Jessie escapada que alcanza a esbozar una sonrisa. ¿Mundos paralelos? Aunque
intercambiables, porque antes era una la que estaba de este lado del espejo,
y otra la que estaba más allá de él.
Con guiones que escribe junto a colaboradores, o ajenos (como éste), Raoul
Ruiz consigue obras igualmente personales donde su firma es reconocible,
aunque filme en Estados Unidos (¿cómo se las ingeniará?). En Identidad
paralela, que es una película de suspenso -¿un thriller?- donde circula el
espectro de Hitchcock, sigue jugando alrededor de los enigmas de la identidad
femenina mientras hace explotar, al igual que los espejos de la historia, la
idea canónica de relato proponiendo que siempre hay muchos, como lo revelan
las imágenes a veces despedazadas dentro del que aparece como uno solo.
Raoul Ruiz es uno de los pocos autores que con orgullo puede exhibir el magro
cine de nuestros días.
Ficha
técnica:
Identidad
paralela [Shattered Image]
EEUU, 1998.
Inglés, color, 104m.
Dirección: Raoul Ruiz.
Intérpretes: William Baldwin (Brian Markham/ Conrad Brian Reynolds), Anne
Parillaud (Jessie Ford/Jessie Markham), Graham Greene (Gunther
Harris/Detective), Lisanne Falk (Paula Quinn/ Laura Reynolds), Bulle Ogier
(madre de Jessie), Billy Wilmott (Lamond), O´Neil Peart (Simon), Leonie
Forbes (Isabel), Rick Ravanello (hombre en el restaurant), Marc Akestream
(hombre en la lancha motor), Peter Hanlon (Dr. Cohan/Dr. Tolan), Alwyn Scott
(Gerente de hotel), Pablo Hoilett (Mozo 1/Mozo2), Fay Ellington (vendedora de
negocio en Jamaica), Ilona Margolis (Lucy), Roger Allford (padre), Ben
Oddberg (Jimmy), Johanna Ulett (azafata), Paul Mugel (mozo en Nueva York),
Pablo Coffey (evangelista en la TV), Natasha Budi (Anita) y Keli Westgate
(Debbie).
Guión: Duane Poole.
Fotografía: Robby Müller.
Montaje: Michael Duthie.
Música: Jorge Arriagada.
Dirección artística: Kathryn Hatton.
Vestuario: Francine LeCoultre.
Diseño de producción: Robert de Vico.
Casting: Susan Taylor Brouse.
Producción: Susan Hoffman, Barbet Schroeder, Lloyd A. Silverman.
Co-producción: Lisanne Falk.
Productores asociados: Colleen Camp, Eric Sandys, Abigail Stone.
Producción ejecutiva: Jack Baran, Jay Firestone, Bastiaan Gieben, Victor
Loewy, James Michael Vernon.
Compañías productoras: Fireworks Entertainment, Schroeder, Hoffman, Seven
Arts Pictures.
Editó en video en Argentina: LK-TEL.
EMILIO
TOIBERO.
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