Por la mañana, un industrial y sus huéspedes intercambian sus sueños
acaecidos la noche que pasó. El dueño de casa cuenta: "Yo soñé que yacía
sobre la cama de mi cuarto viendo todo el tiempo a la pared de la puerta. Me
volví a dormir y lo volví a soñar casi igual que como lo había visto. Sólo
que estaba más cerca". En su relato verbal da cuenta de que en el
movimiento interior que va de la vigilia al sueño, o al revés, no hay ningún
desplazamiento, que siempre aquello que aparece es el mismo lugar.
El plano que abre Movimiento falso está tomado desde el aire, dura un minuto
y veintiocho segundos, y va desde el registro de la superficie del mar hasta
una pequeña villa de antigua construcción, donde se detiene sobre un grupo de
viviendas que dan a una plaza. (Como realizando el movimiento inverso al que
cierra Alicia en las ciudades (1973), el anterior largometraje de Wenders,
que iba desde la ventanilla de un tren, por la que asomaban Alice y Philip,
encuadrada desde afuera hasta encontrar el lecho de un río observado desde
las alturas). En los últimos segundos en la banda sonora deja de oírse el
sonido over de un piano para dejar paso al de un motor en funcionamiento. Que
permite enlazar con el plano que sigue, porque todavía se lo sigue oyendo,
que dura treinta y ocho segundos, y abre con un helicóptero en el aire -cabe
pensar que es aquel desde el que se realizó la toma anterior-, observado
desde el interior de un cuarto a través de la ventana que da a la plaza ya
vista. La inesperada aparición en campo de una mano, la de Wilhelm, el
protagonista, quiebra esta apariencia documental. De ahí en adelante la
cámara seguirá al joven en su deambular por su habitación. El despliegue por
el espacio del primer plano, un recorrido para llegar a la villa, contrasta
con el segundo donde el movimiento afiebrado de Wilhelm (alguien que quiere
ser escritor pero no sabe cómo serlo) en su dormitorio sólo señala su
encierro, del que intentará escapar con un gesto simbólico e inútil: la
rotura de los vidrios de la ventana que tan sólo provoca una mirada hacia
arriba de una pareja madura que pasea. La cámara podrá moverse, y ahí estamos
en el territorio de la imagen que documenta, pero el personaje, que siempre
supone una historia a narrar, no, por más que transcurridos unos minutos de
metraje inicie un derrotero. En estos dos planos admirables, la película
sintetiza todo su desarrollo posterior, el mismo que ilustra el sueño del
industrial ya referido y que declara el título: todo Movimiento es falso en
1975 y no se hace camino al andar, apenas se puede errar sin llegar a ninguna
parte.
Extrañamente el film adapta algunos capítulos de un texto literario de Johann
Wolfgang von Goethe, Los años de aprendizaje de Wilhelm Meister (1796), donde
el autor, después de su iniciático viaje al Sur, a Italia para él, construye
una bildungsroman (novela de aprendizaje) donde sostiene que el viaje, en su
pluralidad de sentidos que siempre incluye el desplazamiento físico de la
persona, implica un crecimiento a partir de la confrontación del ser con el
universo. Claro está que han pasado ciento setenta y nueve años entre el
pensamiento goetheano y las imágenes de Wenders y las palabras de su
guionista, el también novelista Peter Handke, que lo desmienten. Los
personajes centrales, además de Wilhelm, cuyas reflexiones dadas a conocer
por una voz over atraviesan todo el discurso, una actriz, un estrafalario
poeta austríaco, un músico callejero de pasado nacional-socialista y una
adolescente contorsionista y malabarista, caminan, van en bicicleta, suben a
taxis, recorren rutas en auto y también viajan en tren, pero nunca arriban a
alguna certeza que siempre aparece evanescente, lejana. Conforman un grupo
que se arma al azar por encuentros ocasionales y así también se disgrega. En
el final, sobre el pico montañoso Zug, Wilhelm, nuevamente solo, piensa:
"Sentí que había dejado escapar algo y que algo se me seguía escapando
con cada nuevo movimiento." Su reflexión es válida para todos los otros,
aunque vaya a saber si queda algo para atrapar.
En un reciente libro de Sergio Wolf, Cine/Literatura. Ritos de pasaje, el
autor se interroga en relación a la utilización del diálogo en el cine
parlante. Y enfrentado a la doxa que frente a ciertos films habla de
"diálogos literarios" concluye que cualquier apreciación debe
hacerse a partir del personaje que los dice y a la situación dramática en que
son dichos. Esta sagaz advertencia viene a cuento para Movimiento falso donde
criaturas de ficción relacionadas, de una u otra forma, con la expresión
artística, hablan como tales para explicar su angustia existencial. Hay una secuencia
excepcional, de esas que renuevan el amor por el cine, determinada por el
comienzo de un paseo y por su apresurado final, que dura trece minutos y
catorce segundos y está resuelta sólo en quince largos planos, donde poco más
ocurre que el deambular por un camino trazado entre la montaña y el mar y el
hablar de temas tales como la imposible unión de la política y la poesía. En
esa situación los diálogos, cuya construcción ajena al habla coloquial es
evidente, resultan absolutamente adecuados. Pero, además, hay que señalar que
en ese momento al que se podría adjetivar como hipnótico como lo hizo David
Oubiña, la puesta en escena consigue que hombres y naturaleza se integren en
una armonía casi epifánica, logrando aquello que los personajes no pueden.
Esta tardía edición, que podría tener mayor calidad de imagen, en video del
quinto largometraje de Wenders, que pudo verse en algunos ciclos de revisión
pero que nunca llegó a las salas cinematográficas comerciales argentinas,
permite aventurar algunas provisorias conclusiones acerca de una carrera hoy
hundida, parece que definitivamente, en la mayor mediocridad. En ella brillan
tres largometrajes consecutivos, significativamente interpretados en sus
papeles protagónicos por Rüdiger Vogler: la ya mencionada Alicia en las
ciudades, éste, e Im Lauf der Zeit (1976), tampoco estrenado entre nosotros,
donde demostró no sólo que podía retratar ciertos malestares de su época sino
también pensarlos a través de la forma cinematográfica.
Vista a veintiséis años de su estreno alemán, Movimiento falso también
provoca una profunda nostalgia pues habla de tiempos donde la errancia por
los caminos, detrás de la cual siempre hay un germen de esperanza sin ignorar
el desasosiego que conlleva, era posible. Hoy, víctimas asumidas de ese Mal
de ojo que tan lúcidamente describiera Christian Ferrer, la errancia sólo
aparece como posible, y también como deseable, entre imágenes, electrónicas y
de las otras, que han eclipsado al mundo.
Ficha
técnica:
Movimiento
falso [Falsche Bewegung]
Alemania Federal, 1975.
Alemán, color, 103m.
Dirección: Wim Wenders.
Intérpretes: Rüdiger Vogler (Wilhelm), Hanna Schygulla (Therese), Hans
Christian Blech (Laertes), Nastassia Nakszynski (Mignon), Peter Kern
(Bernhard Landau), Ivan Desny (el industrial), Mariane Hoppe (madre de
Wilhelm), Lisa Kreuzer (Janine), Adolf Hansen (el guarda) y Wim Wenders
(hombre en el coche comedor).
Guión: Peter Handke según algunos capítulos de Los años de aprendizaje de
Wilhelm Meister, de Johann Wolfgang von Goethe.
Fotografía: Robby Müller.
Montaje: Peter Przygodda, Barbara von Weitershausen.
Música: Jürgen Knieper.
Canciones: The Troggs.
Cámara: Robby Müller, Martin Schäjer.
Sonido: Martin Müller, Klaus Peter Kaiser, Paul Schöler.
Escenografía: Heidi Lüdi.
Producción: Peter Genée, Berd Eichinger.
Compañías productoras: Solaris Films (Munich), Westdeutscher Rundfunk
(Colonia).
Editó en video en Argentina: Gramado Video Ediciones.
EMILIO
TOIBERO.
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