viernes, 6 de junio de 2014

Movimiento falso, de W. Wenders



Tiempo de errancia


Por la mañana, un industrial y sus huéspedes intercambian sus sueños acaecidos la noche que pasó. El dueño de casa cuenta: "Yo soñé que yacía sobre la cama de mi cuarto viendo todo el tiempo a la pared de la puerta. Me volví a dormir y lo volví a soñar casi igual que como lo había visto. Sólo que estaba más cerca". En su relato verbal da cuenta de que en el movimiento interior que va de la vigilia al sueño, o al revés, no hay ningún desplazamiento, que siempre aquello que aparece es el mismo lugar.


El plano que abre Movimiento falso está tomado desde el aire, dura un minuto y veintiocho segundos, y va desde el registro de la superficie del mar hasta una pequeña villa de antigua construcción, donde se detiene sobre un grupo de viviendas que dan a una plaza. (Como realizando el movimiento inverso al que cierra Alicia en las ciudades (1973), el anterior largometraje de Wenders, que iba desde la ventanilla de un tren, por la que asomaban Alice y Philip, encuadrada desde afuera hasta encontrar el lecho de un río observado desde las alturas). En los últimos segundos en la banda sonora deja de oírse el sonido over de un piano para dejar paso al de un motor en funcionamiento. Que permite enlazar con el plano que sigue, porque todavía se lo sigue oyendo, que dura treinta y ocho segundos, y abre con un helicóptero en el aire -cabe pensar que es aquel desde el que se realizó la toma anterior-, observado desde el interior de un cuarto a través de la ventana que da a la plaza ya vista. La inesperada aparición en campo de una mano, la de Wilhelm, el protagonista, quiebra esta apariencia documental. De ahí en adelante la cámara seguirá al joven en su deambular por su habitación. El despliegue por el espacio del primer plano, un recorrido para llegar a la villa, contrasta con el segundo donde el movimiento afiebrado de Wilhelm (alguien que quiere ser escritor pero no sabe cómo serlo) en su dormitorio sólo señala su encierro, del que intentará escapar con un gesto simbólico e inútil: la rotura de los vidrios de la ventana que tan sólo provoca una mirada hacia arriba de una pareja madura que pasea. La cámara podrá moverse, y ahí estamos en el territorio de la imagen que documenta, pero el personaje, que siempre supone una historia a narrar, no, por más que transcurridos unos minutos de metraje inicie un derrotero. En estos dos planos admirables, la película sintetiza todo su desarrollo posterior, el mismo que ilustra el sueño del industrial ya referido y que declara el título: todo Movimiento es falso en 1975 y no se hace camino al andar, apenas se puede errar sin llegar a ninguna parte.

Extrañamente el film adapta algunos capítulos de un texto literario de Johann Wolfgang von Goethe, Los años de aprendizaje de Wilhelm Meister (1796), donde el autor, después de su iniciático viaje al Sur, a Italia para él, construye una bildungsroman (novela de aprendizaje) donde sostiene que el viaje, en su pluralidad de sentidos que siempre incluye el desplazamiento físico de la persona, implica un crecimiento a partir de la confrontación del ser con el universo. Claro está que han pasado ciento setenta y nueve años entre el pensamiento goetheano y las imágenes de Wenders y las palabras de su guionista, el también novelista Peter Handke, que lo desmienten. Los personajes centrales, además de Wilhelm, cuyas reflexiones dadas a conocer por una voz over atraviesan todo el discurso, una actriz, un estrafalario poeta austríaco, un músico callejero de pasado nacional-socialista y una adolescente contorsionista y malabarista, caminan, van en bicicleta, suben a taxis, recorren rutas en auto y también viajan en tren, pero nunca arriban a alguna certeza que siempre aparece evanescente, lejana. Conforman un grupo que se arma al azar por encuentros ocasionales y así también se disgrega. En el final, sobre el pico montañoso Zug, Wilhelm, nuevamente solo, piensa: "Sentí que había dejado escapar algo y que algo se me seguía escapando con cada nuevo movimiento." Su reflexión es válida para todos los otros, aunque vaya a saber si queda algo para atrapar.

En un reciente libro de Sergio Wolf, Cine/Literatura. Ritos de pasaje, el autor se interroga en relación a la utilización del diálogo en el cine parlante. Y enfrentado a la doxa que frente a ciertos films habla de "diálogos literarios" concluye que cualquier apreciación debe hacerse a partir del personaje que los dice y a la situación dramática en que son dichos. Esta sagaz advertencia viene a cuento para Movimiento falso donde criaturas de ficción relacionadas, de una u otra forma, con la expresión artística, hablan como tales para explicar su angustia existencial. Hay una secuencia excepcional, de esas que renuevan el amor por el cine, determinada por el comienzo de un paseo y por su apresurado final, que dura trece minutos y catorce segundos y está resuelta sólo en quince largos planos, donde poco más ocurre que el deambular por un camino trazado entre la montaña y el mar y el hablar de temas tales como la imposible unión de la política y la poesía. En esa situación los diálogos, cuya construcción ajena al habla coloquial es evidente, resultan absolutamente adecuados. Pero, además, hay que señalar que en ese momento al que se podría adjetivar como hipnótico como lo hizo David Oubiña, la puesta en escena consigue que hombres y naturaleza se integren en una armonía casi epifánica, logrando aquello que los personajes no pueden.

Esta tardía edición, que podría tener mayor calidad de imagen, en video del quinto largometraje de Wenders, que pudo verse en algunos ciclos de revisión pero que nunca llegó a las salas cinematográficas comerciales argentinas, permite aventurar algunas provisorias conclusiones acerca de una carrera hoy hundida, parece que definitivamente, en la mayor mediocridad. En ella brillan tres largometrajes consecutivos, significativamente interpretados en sus papeles protagónicos por Rüdiger Vogler: la ya mencionada Alicia en las ciudades, éste, e Im Lauf der Zeit (1976), tampoco estrenado entre nosotros, donde demostró no sólo que podía retratar ciertos malestares de su época sino también pensarlos a través de la forma cinematográfica.

Vista a veintiséis años de su estreno alemán, Movimiento falso también provoca una profunda nostalgia pues habla de tiempos donde la errancia por los caminos, detrás de la cual siempre hay un germen de esperanza sin ignorar el desasosiego que conlleva, era posible. Hoy, víctimas asumidas de ese Mal de ojo que tan lúcidamente describiera Christian Ferrer, la errancia sólo aparece como posible, y también como deseable, entre imágenes, electrónicas y de las otras, que han eclipsado al mundo.


Ficha técnica:

Movimiento falso [Falsche Bewegung]
Alemania Federal, 1975.
Alemán, color, 103m.
Dirección: Wim Wenders.
Intérpretes: Rüdiger Vogler (Wilhelm), Hanna Schygulla (Therese), Hans Christian Blech (Laertes), Nastassia Nakszynski (Mignon), Peter Kern (Bernhard Landau), Ivan Desny (el industrial), Mariane Hoppe (madre de Wilhelm), Lisa Kreuzer (Janine), Adolf Hansen (el guarda) y Wim Wenders (hombre en el coche comedor).
Guión: Peter Handke según algunos capítulos de Los años de aprendizaje de Wilhelm Meister, de Johann Wolfgang von Goethe.
Fotografía: Robby Müller.
Montaje: Peter Przygodda, Barbara von Weitershausen.
Música: Jürgen Knieper.
Canciones: The Troggs.
Cámara: Robby Müller, Martin Schäjer.
Sonido: Martin Müller, Klaus Peter Kaiser, Paul Schöler.
Escenografía: Heidi Lüdi.
Producción: Peter Genée, Berd Eichinger.
Compañías productoras: Solaris Films (Munich), Westdeutscher Rundfunk (Colonia).
Editó en video en Argentina: Gramado Video Ediciones.

EMILIO TOIBERO.

No hay comentarios:

Publicar un comentario