miércoles, 4 de junio de 2014

Perón, sinfonía del sentimiento, de L. Favio



El Paraíso perdido


Muchas de las imágenes seleccionadas por Favio convocan al asombro, como las del casamiento de María Eva Duarte y Juan Domingo Perón, el 22 de octubre de 1945 en Junín, filmadas en 8mm por Juan Duarte. ¿Obtienen este efecto por sí mismas o por el trabajo, el digital aunque también el de restauración, que el cineasta ordena sobre ellas? Sin el cambio de su velocidad original, sin la música (la película entera está atravesada por una mezcla musical tan heterogénea que permite hablar de pastiche posmo), sin la sorpresa que implica para el espectador poder acceder a esa reunión íntima ¿provocarían el mismo impacto? Creo que no, que la manera en que Favio las vuelve narrativas a través de operar sobre ellas, de articularlas de una cierta forma, de iterarlas, de musicalizarlas y de comentarlas a través de una solemne voice over que intenta coagular su explosión de sentidos, muchas veces en vano, hace que imágenes que pueden considerarse documentales, dado que los hechos que muestran igualmente hubieran sucedido si no hubiera una cámara para registrarlos, devengan ficcionales, construyan un exuberante universo de ficción, como en la espléndida y emocionante secuencia del regreso en 1972 a Argentina. En ese sentido, Perón... aparece, más allá de que sus planos de cierre sean casi iguales con su ondular de banderas tras sus héroes, como la inevitable y natural continuación de Gatica, el Mono (1992), como la desmesurada explicitación del contexto en que ésta transcurría y, de paso, como una inusual reflexión, al menos dentro del cine argentino, acerca de los lábiles límites entre ficción y documento. Con lo cual, lejos de constituirse como una película anacrónica, como por allí se escribió, contribuye a la problematización de una zona de discusión que está en el centro de los debates contemporáneos más atractivos sobre el cine, tanto a través de su práctica como de su teoría.


Conviene que nos detengamos en algunos momentos para advertir cómo operan las estrategias discursivas elegidas. El narrador dice: “El 3 de septiembre, a las nueve y media de la noche y al cabo de 16 años, el General se reencontraba con Evita. Al abrir el féretro se produjo un momento de silencio. Luego el General dijo simplemente: «Es Evita, pasé muchos años felices con esta mujer» y pidió quedar a solas”. Sólo dos imágenes, vistas ya antes, soportan el texto. La primera es una gigantesca paloma en vuelo, construida digitalmente, ahora en blanco y negro, que ya ha sido asociada a María Eva; la segunda, extraída de un largo reportaje fílmado por Fernando Solanas y Octavio Getino, muestra, en ralentí, al por entonces exiliado Perón paseando, solo, por su quinta madrileña. La orquestada lentitud de sus movimientos hace que una mirada a su derecha aparezca como una búsqueda de sus ojos –¿la búsqueda de la paloma?–, búsqueda que, probablemente, no se percibiría como tal si estuviéramos viendo la toma a la velocidad a la que fue rodada. La articulación de ambas parecería decir, al menos así se puede leer, que ella ha venido a buscarlo desde el más allá.

Bastante más atrás, el narrador informa de los logros conseguidos durante los dos primeros gobiernos peronistas: “El cine alcanza su mayor esplendor. Se filma un promedio de 50 películas anuales (en la pantalla se suceden imágenes de películas de ese momento: en su mayoría cine de estudio volcado o a recreaciones históricas o a la adaptación de obras literarias, paradójicamente europeas). Hugo del Carril es premiado en el Festival de Venecia por su film ‘Las aguas bajan turbias’ (imágenes de dicha obra). El cine argentino obtuvo premios en festivales internacionales de Cannes, Venecia, Edimburgo, Madrid, Bruselas, San Sebastián y Milán”. Como cualquier persona preocupada por el cine argentino sabe, éste distó mucho de estar en su mejor momento por esos años y obtuvo premios mucho más importantes en tiempos posteriores. Favio, que ha visto mucho cine como lo testimonia su producción, también lo debe saber. Pero no le importa, porque más allá de que haya escrito, además del guión, que Perón... “no es una ‘vida de Juan Domingo Perón’, o sea una historia desde su nacimiento a su muerte (...) intenta dar a conocer los hechos más sobresalientes sobre el movimiento más importante de América: el peronismo”, en su entusiasmo, que le debe nacer de sus entrañas desde su infancia, propone a la administración de Perón como un Paraíso donde todo lo que ocurría siempre era lo mejor. Y la estructura que ha elegido para vertebrar su film: –construcción del Paraíso / pérdida / lucha por regresar a él / nuevamente el Paraíso–, tan similar a la que proponen algunas religiones y tan lejana de la ciencia histórica como cercana al tiempo sin tiempo del mito, lo confirma.

Pero en este Paraíso ‘faviano’, por momentos tan utópico como el fabiano, donde los conflictos muy rara vez ocurren dentro del Movimiento y cuando esto sucede son rápidamente solucionados, algunas figuras en los planos introducen grietas, si bien no en el discurso del narrador, sí en las imágenes y en la memoria de los espectadores. ¿Es esto intencional? Veamos: después de ese otro momento antológico que es el recorrido, vitoreado por el pueblo, del auto presidencial, con Perón adentro, hacia la Casa Rosada, asistimos a su llegada. Desciende por la puerta trasera derecha del auto, mientras que por la izquierda baja José López Rega, a quien hasta ese momento apenas se había entrevisto en un solo plano, y a quien Perón mira antes de dirigirse hacia la sede de gobierno, camino al que Favio transforma en un acceso, literal, a la eternidad. ¿Quiere decir algo el que la última mirada que en el film arroja Perón sea a López Rega? Más allá de la intención de Favio, dice. Porque o todo tiene sentido o nada lo tiene, como me parece que alguna vez dijo Roland Barthes.

Film maldito realizado durante cinco años (1994-99), que difícilmente acceda alguna vez a la pantalla de una sala cinematográfica y no sólo por su inusual duración, Perón, sinfonía del sentimiento, donde en más de una ocasión se oye de la boca del líder la frase “Gobernar es crear trabajo”, leído desde el momento de su realización o desde el hoy, aparece, con su exaltación del Paraíso, como una contestación, una afrenta a desarrollos posteriores del peronismo que la película ni menciona. Para saber algo sobre ellos los interesados pueden recurrir a la implacable La dama regresa (Jorge Polaco, 1996).


 

Ficha técnica:

 

Perón, sinfonía del sentimiento
Argentina, 1999.
Castellano, b/n y color, 346m.
Dirección y guión: Leonardo Favio.
“La dedico a la memoria del Dr. Héctor J. Cámpora, Hugo del Carril, Ricardo Carpani, Rodolfo Walsh.
“A los trabajadores, a los estudiantes y al grupo Cine Liberación: Fernando Solanas, Gerardo Vallejo y Octavio Getino”.
Animación: Pablo Holcer, Gabriel Matzkin, Alejandro Bermann, Félix Curani, Brian Colquhoun, Daniel Pérez.
Montaje: Paola Amor, Alberto Ponce.
Asesoramiento y dirección musical: Iván Wyszogrod.
Música: Misa Criolla, de Ariel Ramírez; Réquiem y Confutatis, de Wolfgang Amadeus Mozart, Concierto para mandolina en Mi Mayor RV 425, de Antonio Vivaldi, Calvario, Himno a Evita, Agonía y Muerte, Marcha peronista lenta, de Iván Wyszogrod, marcha Los muchachos peronistas, en versión instrumental de Gustavo D. Martín y en versión cantada por Hugo del Carril, Mi General, qué grande sos, de Jorge López Ruiz, Preludio para guitarra y cuerdas, Adagio para guitarra y cuerdas, Muerte del General Valle-Triste, de Daniel Seminario, Movimiento 5, Pregúntale a las montañas, de Vangelis, Tren por las nubes, de Hugo Gutiérrez, Suite Argentina, de Eduardo Falú, Carta a mi madre, de P. De Senneville, Tanguera, de Mariano Mores, Viva el sol, de Jairo y Alfredo L. González, Angelillo, canción flamenca, Coro de Aída, Preludio al acto tercero de La Traviata, de Giuseppe Verdi, Marie, de Salvatore Adamo, Tema de la Tierra, Encuentro misterioso, de Kitano, Aurora, de Panizza, Quesada e Illica, Marcha de los Campeonatos Infantiles Evita, de Rodolfo Sciammarella, Marelle, de Benoit Jutras, Adagio para Cuerdas, de Samuel Barber, ¿Hay alguien afuera?, de Pink Floyd, Obertura, Profecías, Movimiento, de Philip Glass, Hielo, de David Motion y Sally Potter, Aquellos soldaditos de plomo, de Víctor Heredia, Canción de amor para mi patria, de Alberto Cortez y Yo soy la vida, de Chango Funes y Pocho Leyes.
Poemas interpretados: La patria sublevada, de Raúl Scalabrini Ortiz y Toquen suave, muchachos, que hoy...ha tenido fiebre..., de Cátulo Castillo
Dirección de sonido: Marcelo Garderes.
Dirección de arte: Andrés Echebeste, Pablo Holcer, Daniel Pérez.
Composición digital y efectos visuales: Miguel de Aguirre, Carlos Andreoni, Alejo Villarino.
Investigación histórica: Adriana Schettini.
Historiadores consultados: Alfredo Carlino, Atilio José Castelpoggi, Enrique Pavón Pereyra, Fermín Chávez, José María Rosa, Norberto Galazo, Osvaldo Guglielmino y Roberto Baschetti.
Narrador: Martín Andrade.
Locución de partes médicos: Eduardo Fulguez.
Restauración fílmica: Juan José Stagnaro.
Ayudante de dirección: Fernando Musa.
Asistente de dirección: Mariana Bettanin.
Asistente de compaginación: Vanesa Lev.
Asistente de restauración: Casimiro Suárez.
Asistentes del Sr. Leonardo Favio: Adrián Maciel, Verónica Muriel.
Foto fija: Juan Carlos Villareal.
Consultor de postproducción: Adrián Costoya.
Asesoramiento jurídico: Dr. Hugo Malamud.
Administración: Celia Pozarnik.
Jefes de producción: Víctor Bassuk, Javier Leoz.
Asistentes de producción: Enrique Pavón Pereyra (h), Claudio Sambi.
Compañías productoras: Fundación Confederal, 101 Producciones.

 

EMILIO TOIBERO.

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