sábado, 7 de junio de 2014

Un verano inolvidable, de L. Pintilie



De la obediencia debida


A diferencia de tanto film que fecha con claridad su universo diegético, éste elige una vaga imprecisión. Puede inferirse por algunos datos no demasiado claros, al menos entre nosotros, como la revolución de Bela Kun en Hungría o el reinado de Fernando en Rumania que transcurre en algún punto de la primera mitad de la década del ’20, pero no mucho más. ¿Explicaciones posibles para esta indeterminación? Por lo menos, dos. Que se quiera indicar el carácter ficcional de la historia narrada, adaptada de una novela cuyo autor, curiosamente, tiene el mismo apellido, Dumitriu, que el principal personaje masculino ficcional en la película y cuyos nombres, si es que no son el mismo, se asemejan: Petru para el primero, Petre para el segundo. Que se quiera señalar que la intencionalidad del cineasta no se limita a un marco histórico preciso, que este drama donde interactúan etnias diversas en la Europa Central también puede leerse como un anticipo o un espejo del que atravesaba la región en el año del rodaje: 1994.


La música de Offenbach, Mozart y Strauss interpretada en clavicordio por la protagonista, en un abandonado puesto militar de frontera, puede ser una buena síntesis del conflicto que vertebra, narrativamente, a Un verano inolvidable. Dos concepciones del mundo se enfrentan, con resultados previsibles: la dictatorial propia de la casta militar, y la ‘mozartiana’, como la define la voz over que abre y cierra la acción indicando que estamos ante un largo flash-back, de Marie-Therese, una lectora de Proust sobreviviente del imperio austro-húngaro que vive embelleciendo, aunque sea con la imaginación, aquello que la rodea: un monte a pocos metros de su casa es, para ella, el Fujiyama. De este choque nacerá otra mujer que al tomar conciencia de que hay seres humanos fuera de su clase social, descubrirá la inutilidad de su vida y encontrará refugio en el alcohol. Pero de este conflicto también, y quizá a su pesar, su esposo, el capitán Petre Dumitriu, saldrá conociendo que siempre se puede decir no y que la figura jurídica de la “obediencia debida” no es más que una coartada apta para las malas conciencias de siempre.

Desde aquel memorable travelling descendente, que se obstina en permanecer en mi memoria, realizado con una cámara montada sobre el techo exterior de un ascensor con que Lucian Pintilie –nacido el 9 de noviembre de 1933 en Tarutino, Rumania, hoy Ucrania– inauguraba su opera prima: Un domingo a las seis (Duminica la ora 6, 1965), hasta esta edición en video nada se ha visto de él en nuestro país, salvo quizá en el apuro congénito de algún festival. Lleva realizados desde aquel entonces diez trabajos, entre ellos alguno para televisión y su participación en la coral Lumiére et compagnie (1995), que deberían poder verse de acuerdo a las expectativas que provoca éste.

Porque más allá de la coincidencia que el espectador pueda tener con ciertas afirmaciones del film en el plano de la ética, esta comunión es posible gracias a un trabajo cinematográfico de primer orden. Si bien el escenario de la acción puede recordar el de ciertas obras de ese gran realizador húngaro que es Miklos Jancsó, las operaciones estéticas de Pintilie son casi las opuestas. Nada de planos-secuencia ni movimientos de cámara que cercan a los personajes, por el contrario implementa una narración contenida, por momentos asordinada con un uso extraordinario de la profundidad de campo a través de las innumerables ventanas y puertas abiertas que aparecen –recortes que hacen recordar que estamos frente a otro recorte– y del fuera de campo a través de los sonidos. Esta evidente construcción, que se vuelve ostensible, hace que se estableza una cierta distancia entre aquello que se ve y quien lo ve, y permite que en ningún momento el discurso se desbarranque en el cenagoso terreno de lo puramente emocional. Aunque, sin embargo, en el ataque final de las mujeres cuyos hombres han sido asesinados se proponga un único desborde emocional que tiene la grandeza, y la eficacia, de lo trágico, zona que no se alcanza habitualmente en el cine.


Ficha técnica:

Un verano inolvidable [O Vara de neuitat / Un été inoubliable]
Rumania / Francia, 1994.
Rumano, francés, búlgaro, inglés, color, 82m.
Dirección: Lucian Pintilie.
Intérpretes: Kristin Scott Thomas (Marie Therese Von Debretsy), Claudiu Bleont (Capitán Petre Dumitriu), Olga Tudorache (Mme. Vorvoreanu), George Constantin (General Tchilibia), Ion Pavlevscu (Serban Lascari), Marcel Iures (General Ipsilanti), Ravan Vasilescu (Teniente Turtureanu), Cornel Scripcaru, Tamara Cretulescu, Mihai Constantin, Florin Calinescu y Ioan Gyuri Pascu.
Guión: Lucian Pintilie según la novela “La salade”, de Petru Dumitriu.
Producción: Marin Karmitz, Constantin Popescu.
Música original: Antón Suteu.
Fotografía: Calin Ghibu.
Montaje: Victorita Nae.
Diseño de producción: Paul Bortnovschi, Colin Papura.
Vestuario: Miruna Boruzescu.
Asistente de dirección: Sanda Iorgulescu.
Compañías productoras: Canal P1, La Sept Cinéma, El Estudio de Creación Cinematográfica de la Cultura de Rumania, MK2 Producciones

EMILIO TOIBERO.

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