martes, 7 de octubre de 2014

CINE Y MÚSICA (CLÁSICOS Y CONTEMPORÁNEOS EN LOS FILMS)


Ciclo-taller a cargo del Prof. Emilio Toibero a realizarse en el Centro Cultural Parque de España en el mes de junio de 1997.
¿Qué papel juega la música en un film?

En los más rutinarios contribuye a acentuar el efecto de unidad, también buscado por la narración y las imágenes. ¡Cuántos han sido tolerados gracias a algunas melodías certeramente colocadas!
En ocasiones la música describe, construye calculadas alianzas con la imagen que devendrán indestructibles en la memoria. ¿Acaso alguien puede pensar en “Doctor Zhivago”, David Lean, 1965, sin que en si interior se agiten los violines del “Tema de Lara”, de Maurice Jarre?

Pero también puede atreverse a expresar, incorporando asociaciones, diferencias, sumando sentidos a través de las relaciones que entabla con lo visual. Así intentaron, y lograron, trabajar directores y músicos como los dos Sergüei, Eiseinstein y Prokofiev, en “Alejandro Nevsky”, 1939; como Alfred Hitchcock y Bernard Hermann en “En manos del destino” (título para su estreno cinematográfico) o “El hombre que sabía demasiado” (título para su edición en vídeo), 1956, donde la partitura definía el montaje de la última secuencia; como Francis Coppola y Stewart Copeland en “La ley de la calle”, 1983. En estos casos, elegido al azar de los recuerdos, puede hablarse de una utilización conscientemente creativa de la música.
Los sonidos musicales forman parte de ese cajón de sastre que llamamos, por razones más prácticas que verdaderas, banda de sonido, donde cohabitan, desordenadamente, con las voces y los ruidos. Decimos que son in, cuando la fuente de la que provienen está encuadrada; off, cuando no está encuadrada aunque pertenecen a la historia que se representa, y over, cuando nada de lo que vemos los justifica. (Hasta los primeros tramos de la década de los ’70 la música de películas que recordamos era, mayoritariamente, over).

En este ciclo-taller recorreremos films donde la música interactúa, entabla relaciones significativas con las imágenes, y, a veces, con las voces, esas dictadoras de la banda sonora, que con su presencia jerarquizan la percepción que se establece a su alrededor. No se centran en la desventura de compositores o intérpretes, célebre o no; no permiten escuchar composiciones especialmente creadas por músicos cotizados en esta especialidad, llámense John Williams o Georges Delerue; utilizan creaciones no pensadas por el cine, salvo una curiosa excepción. Son films a los que la música les agrega sentido y pertenecen a tres cineastas mayores –Michelangelo Antonioni, Andrei Tarkovski y Jean-Luc Godard- y a una jovencísima promesa del cine estadounidense: Kevin Smith.
A lo mejor, acostumbrarnos a tener el oído atento a la aparición o desaparición de sonidos musicales, llegue a comprometer el mandato de comprender la historia que se narra. No es para desesperarse, sino, quizá, más bien para alegrarse, el cine, -y su manifestación concreta: las películas- le debe mucho menos a la literatura y al teatro que a la pintura y la música.    
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CINE Y MÚSICA

Clásicos y contemporáneos en los films

 
Reunión 1: 3/6/97- 20 hs.
FILM: “ZABRISKIE POINT”, 1969, Michelangelo Antonioni.

Buenas tardes, sean Uds. bienvenidos.
Iniciamos hoy un ciclo que se desplegará durante los cuatro martes de junio al que denominamos “CINE Y MÚSICA” y que lleva como subtítulo “Clásicos y contemporáneos en los films”.

Como se aclara en el texto que Uds. habrán recogido en la entrada, los films elegidos para desarrollar este tema no se centran en las desventuras de compositores o intérpretes, célebres o no. Son films en los que se produce, por momentos, un interesante dialogo entre la imagen y la música, que, salvo parte de la película de hoy –“Zabriskie Point”- es preexistente a la gestación del proyecto.
A diferencia de cómo veníamos trabajando en ciclos anteriores, en éste, haré una breve introducción de cada película y, una vez terminada la misma, con  aquellos que opten por quedarse, volveremos a ver un fragmento del film y trataremos de observar cómo trabaja en él la música. Claro está que no desde el punto de vista de la musicología, sino más bien desde la narratología. Vale decir: ¿qué agrega a la narración la música?

La película que abre el ciclo es “Zabriskie Point”, filmada por el italiano Michelangelo Antonioni en estados Unidos durante 1968 y 1969, con música especialmente compuesta para el film por Pink Floyd y temas interpretados por Rolling Stones, Grateful Dead, Patti Smith y Jerry Garcia, que es líder de Grateful Dead, entre otros.
Una aclaración: la copia que veremos no respeta el encuadre original, lo adapta para cubrir toda la pantalla del televisor. Para la obra de un cineasta como Antonioni, tan cuidadoso con el encuadre y tan obsesionado por la relación figuras humanas-espacio, es un atropello del cual soy consciente. Sin embargo, elegí exhibirlo haciendo esta aclaración porque me parece que es una película emblemática en relación al tema que vertebra este ciclo y, además, porque, al menos en Rosario, parecía imposible encontrar una edición en vídeo y con subtítulos, y haberla podido hallar, con todas las reservas del caso, me parece que es para festejarlo.

“Zabriskie Point” es el undécimo largometraje de Michelangelo Antonioni, a quien considero el mayor cineasta viviente. Después de la definitiva consagración, a nivel masivo, que significó “Blow-up”, rodada dos años antes en Inglaterra, Antonioni fue a EE.UU. Su viaje se produce en un momento, 1968, en que un amplio sector de la intelectualidad europea, especialmente la italiana y la francesa, seguía muy atentamente el proceso de lo que se daba en llamar “nueva izquierda estadounidense”. Una izquierda no marxista que luchaba por reivindicaciones de igualdad para los diferentes colores de piel, los sexos, las distintas sexualidades, etc. 
Y en ese contexto Antonioni se rodea de gente muy joven y desconocida –entre sus coguionistas, por ejemplo, está Sam Shepard, que, por ese entonces, tenía 22 años- para realizar un film provocativo que fue incomprendido por crítica y público en el momento de su estreno. Fíjense en la actitud de Antonioni, siendo en ese momento, tras el éxito de “Blow-up”, el cineasta europeo de moda, realizar un film adelantado a su época cuando podría haber continuado trabajando en la línea de su film anterior.

Demás está decir, ya se habrán dado cuenta, que considero a “Zabriskie Point” un film admirable, más aún, diría, con el peligro que encierra cualquier generalización, que es la película que más me ha gustado como espectador.
Quiero dejar planteadas algunas preguntas que quizás permitan pensar el film, que se me ocurre inagotable, desde otros ángulos.

1-      ¿Por qué es imposible determinar a lo largo de toda la película, salvo en el último plano, en qué momento del día transcurre la acción?

2-      ¿Por qué hay planos donde es imposible determinar si lo que ocurre frente a la cámara fue preparado por el director u ocurrió más allá de su voluntad?

3-      ¿Por qué las imágenes mentales de los protagonistas están tratadas de igual manera que las imágenes “reales”?
Después de la reproducción, con aquellos que quieran permanecer, volveremos a ver 8’ 30’’ del film y trataremos de pensar cómo actúan imagen y música.

Para los que elijan irse, les recuerdo que el martes próximo, 10, a la hora 20, seguiremos con este ciclo viendo “Carmen, pasión y muerte”, de Jean-Luc Godard y “Armide”, un cortometraje que también pertenece a Godard.
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Reunión 2: 10/6/97- 20 hs.

 
FILMS: “ARMIDE” (1987) y “CARMEN: PASIÓN Y MUERTE” (1983), de Jean-Luc Godard.
Buenas noches, sean Uds. bienvenidos al segundo encuentro del ciclo de junio llamado “Cine y Música” y subtitulado “Clásicos y contemporáneos en los films”.

La reunión de hoy está dedicada al cineasta francés Jean-Luc Godard, un director imprescindible, que, para mucho teórico y crítico serios, ha construido la obra más sólida de la historia del cine.
Durante los ’50, comenzó su carrera como crítico en la legendaria revista francesa “Cahiers du Cinéma” y, a partir de 1960, comenzó a filmar sin interrupciones hasta la fecha en que ya tiene 67 años. En nuestro país se conoció, lo que no quiere decir que ahora se conozca, su filmografía realizada hasta 1968. Desde allí, salvo escasas excepciones, como el cortometraje y el largometraje que compartiremos hoy, los argentinos pudimos acceder, casi siempre fuera de las salas comerciales, a una ínfima parte de su obra que desde mediados de los ’90 utiliza, alternativamente, el celuloide y la cinta magnética como soportes.

Toda la obra de Godard puede leerse como una serie de movimientos estratégicos tendientes a desarmar los procedimientos sobre los que se construyó el cine clásico, procedimientos que querían convencernos de que había una sola manera de hacer cine. Así Godard planteó a través de sus películas dónde y por qué comenzar un plano y dónde terminarlo, se preguntó qué valor tiene un plano por sí mismo, dónde termina lo documental y dónde comienza lo fictivo o ficcional, por qué el cine hace suya la tradición narrativa del siglo XIX y desdeña cualquier relación con la esencia de la poesía.
Todo el cine clásico se asienta sobre la idea de continuidad, fundamentalmente visual apoyada por el sonido. Godard, y acá ya entramos en el tema que vertebra este ciclo, plantea que el sonido no debe subordinarse a la imagen, que puede trabajarse autónomamente generando sentidos que dialogan o contradicen aquello que se ve. Obviamente, dentro de los sonidos, junto a las voces y los ruidos, está la música.

Primero vamos a ver un cortometraje, once minutos, llamado “Armide”, que forma parte de un film colectivo llamado “Aria”, curiosa idea del productor inglés Don Boyd que encomendó a diez cineastas la tarea de filmar un cortometraje, que, en algunos casos, es un ‘clip’, a partir de un aria de la ópera que eligieran. Godard, para la ocasión, optó por “Armide”, del músico florentino Jean-Baptiste Lully, pero es obvio que no es el del trabajo de Godard, que, veremos a continuación.
ARMIDE

Bien, esto era el aperitivo.
Pasemos ahora a “Carmen, pasión y muerte”. Lo de “pasión y muerte” es un agregado de algún imaginativo distribuidor argentino, dado que podríamos traducir su título original como “Nombre: Carmen”. El film, en el Festival de Venecia de 1983, no sólo recibió el premio máximo: el León de Oro, sino también el Premio Especial del Jurado, presidido para la ocasión por Bernardo Bertolucci, al Mejor Sonido e Imagen. 1983, valga la aclaración, fue un año en que en las pantallas europeas se conocieron cuatro films que, de maneras muy distintas, giraron en torno almito creado a partir de la gitana que concibiera el escritor Prospero Merimée y volviera ópera Geroges Bizet. Además de Godard, se ocuparon de ella Francesco Rossi, Carlos Saura y Peter Brook.

Frente a tanto nombre ilustre, Godard dedica su película a las “small movies”, es decir a las películas pequeñas. ¿Qué entiende Godard por “small movies”? Lo que otros llamarían “películas clase B”. ¿Y qué son las películas clase B? Aquellas películas que, en la época de los grandes estudios cinematográficos, recibían un presupuesto exiguo y eran destinadas a ser relleno en los programas dobles. Que fueron reivindicadas por Godard en su período de crítico cinematográfico, cuando estos films todavía se hacían.
Esta dedicatoria no debe tomarse en un sentido paródico, Godard toma ciertos temas predilectos de aquellos films –por ejemplo el amor como fatalidad o la delincuencia como contestación al orden imperante- y los pone en otro contexto de enunciación. Su dedicatoria así como su película son, en realidad, un homenaje al cine, pero un homenaje encendido por la reflexión antes que por la emoción.

Esa dedicatoria también tiene que ver con una política godardiana: el rechazo a las jerarquías construidas con el cine y con las demás artes. Y ese rechazo se extiende, no podía ser de otra manera, a la música que Godard elige para incluir en la banda sonora. Esta Beethoven a través de uno de sus últimos cuartetos que para Godard son una cima de genialidad y locura, al lado de Tom Waits. “Ruby’s arms”, el tema de Waits, está incluido en el compact que ustedes, quizá, escucharon al acomodarse en la sala.
Tal como expliqué la semana pasada, ahora vamos a ver “Carmen: pasión y muerte”, al concluir la reproducción volveremos a reproducir 4’ 33’’ del film y charlaremos acerca de cómo trabaja la música Godard en ese fragmento.

El martes próximo, a la hora 20, continuaremos con una película que el cineasta ruso Andrei Tarkovski filmó en Italia en 1983: “Nostalgia”, que en su banda sonora incluye composiciones de Beethoven, Verdi, Wagner y Debussy.
Ahora “Carmen” que, en su banda sonora, incluye una de las frases más justas y, por eso mismo, más bellas, que he escuchado en mi historia como espectador cinematográfico. Está puesta en la boca del Tío Lucas, personaje interpretado por el mismo Jean-Luc Godard, y dice así: “Cuando la mierda tenga valor, los pobres no tendrán culo”.

Hasta dentro de 80’. 
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Reunión 3: 17/6/97- 20 hs.

 
FILM: “NOSTALGIA” (“Nostalghia”), Andrei Tarkovski, 1983.
Buenas tardes o noches, como gustéis.

Hoy es el tercer encuentro del ciclo del mes de junio que hemos llamado “CINE Y MÚSICA” y que tiene como subtítulo “Clásicos y contemporáneos en los films”. Veremos “Nostalgia”, seco y penúltimo largometraje del cineasta ruso Andrei Tarkovski, rodado en Italia en 1983, un año antes de su exilio de la URSS.
Cuenta Tarkosvki: “…al ver por primera vez el material, me sorprendió cómo en él se expresaba mi propio estado interior en el momento de rodar ‘Nostalgia’, aquella profunda tristeza, que cada vez me agotaba más, por la lejanía de la propia tierra y de las personas queridas, que antes habían marcado todos los momentos de mi existencia. Ese sentimiento fatídicamente vinculante de dependencia con respecto al propio pasado, esa enfermedad cada vez más insoportable, eso es lo que se llama nostalgia.

“En ‘Nostalgia’ quería dar continuación a mi tema del hombre débil, que en cuanto a sus características externa no es un luchador, pero para mí es un vencedor de la vida. En ‘Stalker’ –la película inmediatamente anterior de Tarkovski- hay un monólogo donde se define la debilidad como el único valor verdadero y como la esperanza para la vida. Siempre me han gustado las personas incapaces de adaptarse a la realidad pragmática. Con excepción –quizá- de Iván, en mis películas nunca hay héroes, siempre hay personas cuya fuerza resulta de su convicción interior y también del hecho de que son capaces de asumir la responsabilidad hacia otras personas. Personas así recuerdan en muchos casos a niños con un pathos propio de adultos, porque son actitudes, de cara al ‘sentido común’, son tremendamente carentes de realismo, desprendidas de sí mismo.
“Del hombre me interesa, sobre todo, su disponibilidad para servir a algo superior, su rechazo, su incapacidad de conformarse con la ‘moral’ normal del aburguesado. Me interesa aquella persona que ve el sentido de su vida en la lucha contra el mal y que, de ese modo, a lo largo de su vida alcanza en su interior un nivel un poquito más alto. La única alternativa al perfeccionamiento interior, un camino al que parece invitarnos nuestra vida cotidiana y el proceso de adaptación a esa vida.

El cine de Tarkovski, ustedes ya lo saben, exige mucho de sus espectadores, hay quien sostiene que demasiado, juicio que no comparto. ¿Cómo se manifiesta esa exigencia? En enfrentar al espectador con imágenes que requieren una decodificación permanente. Parecería que Tarkosvki retoma el cine en el punto en que lo dejaron los hermanos Lumiére ignorando toda la gramática que codificó la industria estadounidense. Para Tarkosvki, Griffith nunca existió, es decir abreva en la literatura del siglo XIX. Su cine parece aproximarse, más bien, a la tradición poética y a la pictórica.
Explica Tarkovski después del rodaje de “Nostalgia”: “Debo decir que la acción externa, las intrigas y la conexión entre los acontecimientos no me interesa para nada, y que en cada película me van interesando menos. Lo que realmente me preocupa es el mundo interior de las personas. Por supuesto que soy consciente de que, desde el punto de vista comercial, sería mucho más ventajoso introducir en la película continuos cambios de lugar, efectos siempre nuevos, exóticas tomas exteriores e ‘impresionantes’ interiores. Pero en los temas que realmente me preocupan, los efectos exteriores no serían otra cosa que alejarse del único objetivo al que se dirigen todos mis esfuerzos. Lo que me interesa es el hombre, en quien se encierra todo el universo. Y para poder expresar esa idea, para poder expresar el sentido de la vida humana, no hace falta en realidad ninguna concatenación de acontecimientos.”

Después de la reproducción de “Nostalgia”, comentaré cuáles son las ideas de Tarkovski acerca de la utilización de la música en el cine, veremos 8’ 40’’ del film y dialogaremos acerca de cómo trabaja con la música en esos minutos.
La semana próxima, cerrando este ciclo de junio, compartiremos “Cajeros”, una película estadounidense del año 1994, realizada con 27.500 dólares, por un joven de 23 años, Kevin Smith y filmada por las noches durante tres semanas en el negocio donde Smith trabajaba. Una visión provocativa y poco habitual de la juventud en los ’90 que, al menos por los datos que manejo, parece no gustar a los jóvenes y que en su banda sonora reúne a varios grupos muy oídos durante esta década.

Para el mes de agosto, estos ciclos como Uds. saben se realizan mes por medio, hemos preparado uno que se llamará “Cine y Pintura” sobre el que daré más datos la semana próxima.
Ahora sí, “Nostalgia” que, me parece, para un espectador es una experiencia estética y emocional en el límite. Más tarde seguimos.

“NOSTALGIA”
Vimos cómo Antonioni en “Zabriskie Point” daba a la música la función de expresar la interioridad de los personajes que, deliberadamente, no se manifestaba a través de la actuación. Vimos cómo Godard, en “Carmen: pasión y muerte”, denunciaba las convenciones que sustentan lo que llamamos sonidos realista y que duplicaba el conflicto entre Carmen y Jospeh en la imagen con el conflicto entre Tom Waits y Beethoven en la banda sonora.

¿Y cómo trabaja Tarkosvki la música?
Tarkovski escribió: “Como es sabido, la música entró en el cine ya en tiempos del cine mudo, cuando un pianista ilustraba con su acompañamiento lo que acontecía en la pantalla, con una música que correspondía al ritmo y a la tensión emocional de las imágenes. Extrañamente, este principio de utilización de la música en el cine se ha conservado, de manera casi idéntica, hasta nuestros días. Un episodio se “apoya” con acompañamiento musical, para ilustrar otra vez el tema principal y para subrayar su valor emocional. A veces se quiere que la música sirva sólo para salvar unas imágenes fallidas.

“A mí lo que más me convence es un método en que la música surja como un estribillo poético. Si en una poesía nos encontramos con un estribillo, entonces, enriquecidos por la información de lo que acabamos de leer, retornamos a aquel punto de partida que inspiró al autor a escribir aquellos versos. El estribillo hace que en nosotros renazca aquel estado originario con el que nosotros entramos en ese mundo poético que para nosotros era nuevo. Y a la vez hace que lo revivamos de nuevo, y además de forma inmediata.
“Tengo la esperanza de que, en mis películas, la música no sea tan sólo una ‘ilustración unidimensional de las imágenes’. La música en una película es para mí siempre un elemento natural del mundo sonoro, una parte de la vida del hombre, aunque siempre es posible que en una película sonora, trabajada con toda consecuencia, no quede sitio para la música, y sea suplantada por ruidos, más interesantes desde el punto de vista del arte cinematográfico, cosa que he procurado en mis dos últimas películas: ‘Stalker’ y ‘Nostalgia’.

“Viendo las cosas desde un punto de vista estricto, el mundo transformado fílmicamente y el musicalmente elaborado son dos mundos paralelos, en conflicto. Un mundo sonoro organizado de forma adecuada es, por esencia, un mundo musical y como tal un mundo profundamente cinematográfico.
Es obvio, Uds. lo habrán oído, que en “Nostalgia” hay un mundo sonoro del cual, claro está, la música forma parte. Al elegir ocuparme de la música, únicamente, estoy destruyendo la trabajada estructura de ese mundo sonoro. Sin embargo, reviendo dos fragmentos que están ubicados a una hora de distancia dentro del film, me parece que voy a poder explicar esta tarkovskiana del estribillo.

Vamos a ver el primer fragmento, la entrada de Andrei Gorchakov a la casa de Doménico.
Primero fragmento: 44’ 30’’

Andrei entra a la casa de Doménico y, tras su visión (su imagen mental), comienza a oír a Beethoven. Es Doménico el que, por algún medio que desconocemos, coloca a Beethoven en la acción. Podemos decir: Beethoven es la música de Doménico. Hay que hacer notar que la 9ª. Sinfonía se interrumpe, es interrumpida por Doménico, cuando comienza el fragmento conocido como “Himno a la alegría”.
Veamos ahora el segundo fragmento, que corresponde a la autoinmolación de Doménico.

Segundo fragmento: 1: 43: 35 a 1:48:15
Se retoma la Novena Sinfonía prácticamente en el momento en que se había interrumpido una hora de reproducción antes, al comenzar el “Himno a la alegría”. Pero, además, ahora la música no fluye, aparece a golpes. No funciona dice el ayudante de Doménico. Como la memoria nos lleva a su primera aparición, advertimos que funcionaba en un medio y no en otro: el urbano. ¿Quizá porque la alegría ya no es posible allí. 
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Reunión 4: 24/6/97- 20 hs.

 
FILM: “CAJEROS” (“Clerks”), Kevin Smith, 1994.
Buenas noches.

Hoy veremos “Cajeros”, film de 1994 que no ha sido estrenado en las salas comerciales, que obtuvo el primer premio del Festival de Sundance en 1995, y que fue realizado por Kevin Smith en 1994 cuando tenía 22 años.
“Cajeros”, rodada en blanco y negro, más allá de sus muchos méritos, plantea una cuestión apasionante: la de que se puede hacer cine fuera de las estructuras industriales siempre que se lo desee. Kevin Smith era empleado de un kiosco-almacén en New Jersey (“Convencience-store”), el mismo en que se filmó “Cajeros” durante tres semanas, por las noches de los días hábiles y durante todo el día, los domingos. Para cubrir el costo de su largometraje, 27.500 dólares, recurrió a la tarjeta de crédito de un amigo, Scott Mosier, por la que consiguió financiar 21.000; 500 los obtuvo de su bolsillo y para los 6.000 restantes consiguió la mitad en préstamo de su familia y la otra mitad en préstamo de la familia de su amigo Mosier.

Parte de esta operación puede leerse, entrelíneas, a través de los títulos de crédito. Smith está acreditado como guionista, director, actor –interpreta a Silent Bob- co-productor y co-montajista. Su socio, Scott Mosier, figuran como co-productor, co-montajista, mezclador de sonido e intérprete de cuatro papeles diferentes. David Klein, por su parte, no sólo es el responsable de la dirección de fotografía y del manejo de la cámara, sino que también asume 4 personajes distintos. Por su parte, quien interpreta a Jay, un dealer de crack apostado en la puerta del kiosco-almacén, es Jason Mewes, quien, en la vida real, era el dependiente del video-club anexo al kiosco-almacén donde trabajaba Kevin Smith.
Con todos esos datos uno puede pensar en que está ante un film realizado entre amigos a partir del deseo de hacerlo.

Los títulos de crédito, extensos, que se suceden en el final arrojan otras pistas. En una muy extensa lista de agradecimientos, donde, entre otros destinatarios, figuran Dios, Papá y Mamá, pueden leerse los nombres de Richard Linklater, Hal Hartley, Spike Lee y Jim Jarmusch “por mostrarnos el camino”. Esta invocación a cuatro cineastas habitualmente situados en los márgenes de la industria, sitúa el lugar desde el que se construye “Cajeros”.
La película transcurre durante un largo sábado donde asistimos a las situaciones por las que atraviesan Dante, cajero del kiosco-almacén y Randal, cajero del video-club anexo, separadas por 18 lacónicos títulos-letras blancas sobre fondo negro- que, a veces, no sólo anuncian lo que vendrá sino que elípticamente lo comentan.

El progresivo descenso a los infiernos de la cotidianeidad de dos jóvenes clase media baja, urbanos y empleados, está representado a través de imágenes austeras –blanco y negro, repito, escasos movimientos de cámara y casi un solo escenario- y de diálogos donde los sentidos se atropellan al ritmo de un partido de ping-pong. Me parece que esa pobreza de medios, asumida, le basta a Smith para trazar un retrato para nada complaciente de las rutinas de vida que se practican casi a finales del siglo.
Todo esto está apoyado desde la banda sonora por un casi incesante desfile de rock de los ’90. Pero acerca de su utilización volveremos al concluir la reproducción del film, donde volveremos a ver 6’ 26’’ y trataremos de analizar cómo trabaja Smith la música en ellos.

Vuelvo en agosto con “Cine y Pintura”, y el primer martes, el 6, a la hora 20, compartiremos un episodio, el protagonizado por Martin Scorsese, de “Sueños”, de Akira Kurosawa y “Frida, naturaleza viva”, de Paul Leduc sobre la vida y la obra de Frida Kahlo.
Ahora “Cajeros” y un pedido: en esta película la mayor parte de los títulos de crédito están colocados al final. Como hay gente que está interesada en verlos, aquellos que no lo estén tengan la gentileza de esperar que se enciendan las luces para levantarse. Gracias.

“CAJEROS”.
Se puede decir que toda la abundante música utilizada durante el film es, ante todo, una extensión sonora del universo de los protagonistas, Dante y Randal. Podríamos pensar en el sonido ambiente de la interioridad de ellos, por más que, por su procedencia, generalmente, es música ‘over’.

Ahora vamos a ver, quizá de una manera más atenta, 6’ 26’’ del film, los que son anunciados por el cartel que dice “Heraldo”.
La música aparece junto con la conversación entre Randal y Dante en el interior del auto. Puede pensarse que es ‘off’, que viene de la radio aunque no la veamos todavía. El problema está en que no la vemos durante toda la situación y que cuando ellos descienden del auto, y el dialogo se interrumpe, el volumen aumenta, por lo que nos damos cuenta que ‘over’. Y que el trabajo que se ha realizado con ella –la manera de utilizarla- remite a la convención clásica: llenar la situación aunque permitiendo la inteligibilidad de los diálogos. La música completa el sentimiento de tensión de los protagonistas al dirigirse al velorio.

Vuelve a aparecer, ambientando, como una música de órgano que remite a lo fúnebre en el momento en que Dante y Randal avanza a pie por el camino de entrada a la funeraria.
Por último, se interrumpe sobre el cartel que dice “Cinco minutos más tarde” donde casi se entrelaza, se funde, con un rock violento que sube abruptamente, música ‘over’ para acompañar la huida de la funeraria y disolverse en el siguiente cartel “Perspicacia”.

Vale decir que, paradójicamente, la música está utilizada de la manera más convencional en un film que se declara, en su trabajo con la imagen, contestatario.
Algo de esto puede entenderse a través de un dato de producción: pese al exiguo presupuesto que manejó, Smith grabó la banda sonora en Dolby Stereo Surround. De esa manera, pudo conseguir la participación de muchos grupos famosos en EE.UU. y editar el posterior compact con la respectiva banda sonora.

EMILIO TOIBERO.

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