martes, 2 de diciembre de 2014

DEL HUMOR EN EL CINE EUROPEO (otra mirada sobre lo cotidiano)


DEL HUMOR EN EL CINE EUROPEO (otra mirada sobre lo cotidiano)
Ciclo-taller a cargo del Prof. Emilio Toibero a realizarse en el Centro Cultural Parque de España en el mes de febrero de 1997.

El humor es, quizás, una manera de ver y sentir las cosas. Un movimiento que desmarca y permite ver usos y costumbres, desde fuera de su territorio.
Crea un espacio, excéntrico y equívoco, más reflexivo que ingenuo, donde se procede por disonancias y anomalías, para llegar a una risa amarga, o a una congoja irónica, de la que no están excluida la ternura y la comprensión hacia aquello y aquellos sobre los que se ha ejercido.

En la edición de 1912 del Diccionario Enciclopédico Hispanoamericano de Literatura, Ciencias y Artes ya se afirma: “El humor es un matiz del talento irreductible a concepto”.
En el cine, ¿aparece en los films cómicos y en las comedias? No necesariamente. Se lo puede encontrar a lo largo de la admirable filmografía de Buster Keaton y no hallarlo en ninguna de las recientes películas protagonizadas por Jim Carrey. Sin embargo, cómo resplandece en un “drama histórico” de Staney Kubrik: “Barry Lyndon” (1975), donde un relator ‘over’, tras casi tres horas de dramáticas vicisitudes, declara: “Durante el reinado de Jorge III convivieron y alteraron buenos y malos, guapos y feos, ricos y pobres: ahora son todos guales”.

Podría pensarse que el humor –hoy utilizado por cineastas tan disímiles como Jean-Luc Godard, Emir Kusturica o Martí Rejtman- propone otros ordenamientos, borra las clasificaciones por género, los contamina. Los títulos que lo practican parecen resistirse a ser domesticados, nunca encuentran un lugar adecuado en las estanterías de los video clubes (esto ocurre con los tres títulos de este ciclo que han sido editados en Argentina: el de Tati, por sus 44 años, es inexorablemente remitido a “clásicos” y los de Moretti y Leigh recalan en “comedia”, pese a carecer de las marcas que permitirían rotularlos como tales).
Porque el humor subvierte, coloca al espectador en un lugar ajeno a la costumbre. Y la carcajada que puede provocar es sólo el disparador de un interrogante: ¿de qué me estoy riendo?

A lo largo de este ciclo nos enfrentaremos a diversas maneras de utilizar el humor, y también, a aquellos procedimientos de puesta en escena, puesta en cuadro y puesta en serie que lo permiten. Para investigarlos seleccionamos cuatro largometrajes sonoros de los países europeos cuya producción llega, mejor dicho llegaba, con mayor regularidad a las salas de cine.
Más allá de sus diferencias estos cuatro filmes se encuentran en arrojar otra, inhabitual, mirada sobre ámbitos cotidianos, próximos al espectador o, al menos, al espectador de Occidente. Demuestran que cualquier manifestación de la realidad, cualquiera de sus caras, es restituida por el cine de acuerdo al lugar donde (por elección o por un imposición) se coloca el cineasta. Y que ese lugar que ocupa, lo revela.

¿Acaso “Locas margaritas” (1966), de Vera Chitylová, y “La carnada” (1995), de Bertrand Travernier, no trabajan con imágenes el mismo tema?

                                                                       Emilio Toibero-Enero de 1997    

 

 
Reunión 1: 6/2/97- 20 hs.

FILM: “LAS VACACIONES DEL SR. HULOT”, Jacques Tati (1953)
Buenas tardes o noches, como prefieran.

Como ustedes saben, por eso están acá, hoy comenzamos un ciclo-taller que hemos denominado “Del humor en el cine europeo” y que lleva como subtítulo “Otra mirada sobre lo cotidiano”, que ocupará los cuatro jueves de febrero.
En las hojas que ustedes han recogido a la entrada se intenta dar un encuadre del ciclo, por tanto no voy a repetir lo que ya está escrito y me abocaré al film de hoy: “Las vacaciones del Sr. Hulot”, de Jacques Tati, filmado en 1953, al que André Bazin definió en su estreno como “un acontecimiento en la historia del cine sonoro”.

Algunas referencias sobre su director, Jacques Tati, un nombre desconocido, presumo, para las nuevas generaciones dado que sus films no transitan por la televisión por cable y sólo algunos han merecido ediciones en vídeo.
Tati, nacido en 1908 y muerto en 1982, tras algunos pocos cortometrajes, realizó a lo largo de 31 años sólo seis largometrajes. Esto puede explicarse más que por dificultades para conseguir productores por la minuciosidad con que trabajaba. El rodaje de sus films siempre fue precedido por muchos años de preparación.

Sus largometrajes son: “Día de fiesta”, 1947; “Las vacaciones del Sr.Hulot” de 1953; “Mi tío”, de 1958 (estos tres pueden conseguirse en ediciones en vídeo). Después siguen “Play-time”, de 1967,habitualmente considerado su film más importante e invisible para los argentinos en este momento; “Trafic”, 1973 y “Parade”, 1978, que ni siquiera accedió a las pantallas de los cines, ya gobernadas en ese momento por la distribución del imperio.
Antes de dedicarse al cine, Tati trabajó como actor en circos y music halls y sus películas, ustedes lo comprobarán, no se parecen a ninguna otra, tienen marcas de esos oficios anteriores así como de los films de Max Linder, un cómico francés primitivo, y de los grandes cómicos estadounidenses de la década del ‘20.

Tati tiene un gran talento para observar lo cotidiano, pero esa observación es el disparador de un trabajo minucioso de donde toda improvisación queda desterrada, todos los planos de sus films eran previamente dibujados. Jean-Claude Carriere,guionista-estrella del cine francés durante la década del ’80, que se inició en su oficio gracias a Tati dice que con él descubrió que una película es un resultado artesanal, de largo y paciente esfuerzo.
Es una suerte que ustedes hoy puedan ver el film en una pantalla grande porque el cine de Tati no está pensado para la pequeña pantalla del televisor. Tati es el enemigo del primer plano, de la aproximación pesada, de cualquier tipo de estrépito o subrayado.

Cuenta Carriere que, cuando el estreno parisino de “Las vacaciones del Sr. Hulot”, que fue un formidable éxito en todo el mundo, Tati se sentaba entre el público todas las noches y de acuerdo a las reacciones de los espectadores en la madrugada modificaba, día a día, el montaje de su película. El film como un organismo vivo a la manera de un poema.
Esta anécdota, además de ilustrar el carácter artesanal del trabajo de Tati, permite entender una pequeña leyenda que ustedes verán en la copia que reproduciremos hoy y que, parcialmente, está tapada por un subtítulo. Aquello que puede verse dice que esta es la nueva versión de 197… (el número que sigue al 7 no puede verse). Es decir que 20 después de su estreno Tati todavía seguía modificando el montaje.

La copia que compartiremos, que es la que existe en el mercado argentino del vídeo, está hecha a partir de la que se explotó en EE.UU. Por lo tanto no deberán Uds. sorprenderse de otra leyenda que aparece antes del comienzo de la acción, escrita en inglés, que advierte al espectador de las características del film que verá, leyenda que no fue escrita por Tati y que, por supuesto, no aparecía en la copia original francesa. De la misma manera Uds. advertirán que en esta copia no aparecen los nombres de quienes hicieron el film. Es claro, los distribuidores del norte creen que ningún espectador puede estar interesado por actores, fotógrafo o director de origen europeo.
Si hay algo que merece ser destacado sobre el resto en “Las vacaciones del Sr. Hulot” es su banda sonora, quizás su gran hallazgo y, sin duda, el más original técnicamente. Sobre un material sonoro auténtico, grabado efectivamente en una playa, se sobreimprimen sonidos artificiales, constantemente desencajados. Por ejemplo, mientras los veraneantes leen o discuten o juegan a las cartas en una velada en el hotel, Hulot juega al ping-pong y su pelota de celuloide hace un ruido desmesurado, rompe ese semisilencio como si fuera una bola de billar; a cada rebote parece que aumenta.

Pero el material sonoro auténtico –fin de diálogos, gritos, palabras sueltas- está colocado sin ninguna intención dramática. Dice Bazin: “Jamás sin duda el aspecto físico de la palabra, su anatomía, había sido puesta tan despiadadamente ene evidencia. Acostumbrados como estamos a darle un sentido incluso cuando no lo tiene, nunca adquirimos sobre ella la perspectiva irónica que alcanzamos por medio de la vista. Aquí las palabras se pasean completamente desnudas, con una indecencia grotesca, privadas de la complicidad social que las viste de una dignidad ilusoria”.
Esta original manera de trabajar la palabra hace que “Las vacaciones del Sr. Hulot” no pueda ser traducida. Ni acá, ni en ningún lugar del mundo. Las palabras valen en el film por su sonido, por su velocidad, nunca como portadoras de un sentido (quizá sea interesante destacar que esta utilización de las palabras es contemporánea a la experiencia tan similar que realizaban aquellos autores teatrales que, como Ionesco, estaban enrolados en lo que se dio en llamar “teatro del absurdo”).

“Las vacaciones del Sr. Hulot” carece de historia, no tiene una orientación del tiempo yendo de la causa al efecto y de un comienzo al fin. Es una sucesión de acontecimientos a la vez coherentes en su significado y dramáticamente independiente. Es, en definitiva, un film ue permite ver el paso del tiempo que, liberado de ser vehículo de una anécdota, se convierte en el centro de atención.
Pero es también una película sobre un rito social: las vacaciones que, masificadas después de la Segunda Guerra Mundial, ocuparon temáticamente un lugar importante en el cine europeo hasta mediados de la década del ’60. En ese tiempo ritual, tiempo de la repetición de los gestos inútiles, ritmado por la vana liturgia de un placer convencional, más riguroso que las horas de oficina, aparece el Sr. Hulot para demostrar que lo imprevisto siempre puede sobrevenir y perturbar el orden de los imbéciles. Para corroborar aquella línea del poeta brasileño Carlos Drummond de Andrade que dice: “La vida es gorda, oleosa, mortal, subrepticia”. Para afirmar que un neumático puede ser una corona funeraria y un entierro puede devenir excursión placentera.

La próxima semana, el jueves a las 20.30, veremos “Basta de sermones”, una película de 1985 que obtuvo el Oso de Oro en el Festival de Berlín, dirigida por Nanni Moretti, probablemente el director vivo más importante del cine italiano, después de Antonioni, por supuesto.       
Aquellos de entre Uds. que, al finalizar la reproducción deseen quedarse a dialogar sobre el film, los espero.

Y ahora sí los dejo con “Las vacaciones del Sr. Hulot”, de Jacques Tati, de quien e 1980, la maravillosa Marguerite Duras dijo: “Creo que es, quizás, el cineasta más grande del mundo”.
Que se rían mucho. Hasta luego.

 
Reunión 2: 13/2/97- 20 hs.

FILM: “BASTA DE SERMONES” (LA MESSA É FINITA”), Nanni Moretti (1985)
Buenas tardes o buenas noches, como prefieran.

Como en las hojas que Uds. han podido recoger a la entrada se pretende dar un encuadre del ciclo, me voy a abocar al film que compartiremos hoy: “Basta de sermones”, cuyo título original es “La messa é finita”, es decir “La misa ha terminado”, del año 1985, dirigido por Nanni Moretti, que es también su actor principal.  
En la actualidad, Nanni Moretti, nacido en 1953 (44 años), es el cineasta italiano de mayor prestigio en Europa y desde 1973, en el que con 20 años comenzó a dirigir cine, ha realizado dos cortometrajes y un mediometraje en el formato súper 8, un largometraje en súper 8 y ya en 35mm, 6 largometrajes de ficción y un documental. En todos ellos, salvo el documental, ha intervenido como actor principal y es uno de los responsables del guión. Lo que da lugar a que podamos decir: Nanni Moretti es un autor.

En Argentina, hasta el momento, sólo se han estrenado comercialmente tres de sus films: el que hoy veremos; “Palomita roja”, de 1989 y “Caro diario”, de 1994, que en el pasado noviembre pasó por las carteleras de un sine rosarino durante una semana en la que fueron muchas más las butacas vacías que los espectadores. En vídeo sólo están editadas “Basta de sermones” y “Caro diario”.
Vale decir que, nuevamente, se puede decir, que, a diferencia, por ejemplo, de Jan De Bont, el director de “Twister”, Nanni Moretti es un desconocido, o casi, para el público argentino. ¿Qué pasa con la obra de un cineasta que pese a haber obtenido los premios máximos en Venecia y Berlín y el galardón al mejor director en Cannes no se difunde? Como la respuesta a esta pregunta ya la he dado muchas veces hoy voy a pensar que está sobreentendida.  

En el año 1991, Nanni Moretti fue elegido por la revista francesa Cahiers du Cinéma como uno de los cineastas imprescindibles del siglo XXI y en la ocasión dijo de sí: “…políticamente me he formado en los ’70… Cinematográficamente me siento más próximo a los años ’60. Resisto en los años ’80 porque no me resultaron demasiado interesantes”.
Dice allí Moretti que resiste y creo que esa palabra es una interesante puerta de acceso a su obra porque creo que el cine de Moretti es un cine de resistencia.

¿De resistencia a qué?
A los modos instituidos de entender la enseñanza, la amistad, la felicidad, la religión, la responsabilidad, la expresión humana y la política, la convivencia y, sobre todo, a los modos instituidos de entender el cine, tanto de parte de quienes lo ven como de quienes lo hacen.

Moretti es un cineasta rabiosamente contemporáneo que hace films sobre aquello que lo rodea, que parte de lo individual para llegar a lo generacional y que quiere y logra “leer” la historia de su país desde el lugar de un testigo crítico, mordaz, lúcido, solitario.
En el primer episodio de “Caro diario” hay una situación que lo define así. Moretti, que se interpreta a sí mismo, entra a un cine para escapar de los rigores del verano. Asiste a la proyección de un film italiano, innominado, donde un grupo de elegantes burgueses, cuyo aspecto permite pensar que tienen alrededor de cuarenta años, se quejan de sus vidas. Dicen: “Hemos cambiado para peor. Solíamos gritar horribles y violentas consignas y ahora mira cómo estamos: nos hemos convertido en unos seres espantosos”. Desde la penumbra de la sala semivacía Moretti les responde: “Ustedes solían gritar horribles y violentas consignas y ustedes se han convertido en unos seres espantosos. Yo gritaba consignas justas y hoy soy un cuarentón espléndido.”

Para una irada superficial, "Basta de sermones” con su profusión de anécdotas, sus muchos personajes y sus imprevisibles rupturas de tono, puede hacer recordar a las comedias italianas, derivación industrial del neorrealismo, que tanto éxito conocieron durante los años ’60. Pienso en los films de Dino Risi o en los de Mario Monicelli. Sin embargo, y esto me parece esencial, Moretti filma de otra manera: huye de la perfección bonita, incluye lo contingente, es decir aquello que un film artesanalmente industrial no admitiría, se dirige y dirige a sus actores escapando de cualquier divismo y de cualquier efecto para provocar la adhesión de la platea.
Y hay otra diferencia que el mismo Moretti explicó muy bien, refiriéndose precisamente a “Basta de sermones”. Dijo: “Todos los cineastas de la comedia italiana hablaban de un medio que era lejano al de ellos: un obrero, un pequeño burgués. Ellos se burlaban de un medio del que eran extraños. Personalmente me burlo de personajes de un medio que me es próximo, que conozco bien. Es un poco la autobiografía como crueldad sobre sí mismo (…) La autoironía es obligatoria, bajo pena de devenir ridículo”.  

Quizá en estas palabras esté la explicación de su necesidad de asumir los papeles principales de sus films, remarcando mediante ese procedimiento de que habla de lo que conoce. Se dice que el cine de Moretti es un cine autobiográfico. Puede que así sea si entendemos que sus films –con la excepción de “Caro diario”- aunque no desarrollen su biografía sí expresan su subjetividad.
“Basta de sermones” no admite una etiqueta genérica, como ya lo dije tiene imprevisibles rupturas de tono, trabaja lo cotidiano (usos y costumbres de los ’80 en una gran ciudad europea) desde la distancia, haciéndolo aparecer como si lo viéramos por primera vez y es ahí, entonces, cuando, subrepticiamente, estalla el humor.

Una vez concluida la reproducción, aquellos de entre Uds. que deseen dialogar sobre el film quédense. Tengo la impresión de que la semana pasada, después de “Las vacaciones del Sr. Hulot” se dijeron cuestiones importantes. Esperemos que hoy pueda repetirse.
La semana que viene, el jueves 20 a las 20.30, continuando con el ciclo veremos “La vida es formidable”, del inglés Mike Leigh, que, me parece, los puede sorprender con su irritante retrato de una familia obrera en la Inglaterra post Thatcher: “Lo que la Thatcher nos dejó”.

Ahora sí, “Basta de sermones”, de Nanni Moretti, que, comparte junto con los otros films del autor, dos interrogantes formulados por un hombre que se formó políticamente en los ’70, aunque su cine remita a los ’60. Los dos interrogantes son: “¿Qué nos han legado?” y ¿Qué hemos hecho con nuestros sueños? Ambos interrogantes, me parece, pueden también entenderse fuera de Italia, en Argentina, por ejemplo.
La introducción ha terminado. Que disfruten del film.
 

 
Reunión 3: 20/2/97- 20 hs.

FILM: “LA VIDA ES FORMIDABLE” (“LIFE IS SWEET”), 1991, Mike Leigh.
Buenas tardes o buenas noches, como prefieran.

Lo que hoy nos convoca es el tercer encuentro de un ciclo denominado “DEL HUMOR EN EL CINE EUROPEO” y subtitulado “Otra mirada sobre lo cotidiano”. Se han impreso más hojas en el encuadre general del ciclo, para aquellos que estaban interesados en él y no lo encontraron sobre la mesa que está antes de la puerta de acceso al hall. El film que compartiremos hoy es “La vida es formidable” (Life is sweet”, “La vida es dulce”” es su título original), es de 1991 y fue dirigida por Mike Leigh, cineasta inglés del que en Rosario, hasta hoy, no se ha estrenado ninguna película.
Leigh, nacido en 1943, tiene 53 años y junto a Ken Loach y Stephen Frears está ubicado entre los directores que se alzaron, en su vida pública y a través de sus films, al gobierno de la Thatcher durante la década del ’80. Como la mayoría de los cineastas británicos aparecidos desde los últimos tramos de la década del ’60, Leigh se formó en la televisión y, junto a su obra cinematográfica, tiene en su haber una importante serie de documentales exhibidos en 1995 en el Teatro San Martín, en Buenos Aires.

En cuanto a su obra cinematográfica conozco la existencia de cuatro films. “High hopes”, del año 1988, muy aplaudido por la crítica inglesa; “La vida es formidable”, que veremos hoy; “Naked”, de 1993, que obtuvo el premio al mejor director y al mejor actor en el Festival de Cannes y que está editado en vídeo sin haber pasado por las pantallas de cine y, por último, “Secretos y mentiras”, que obtuvo la Palma de Oro en el Festival de Cannes del año pasado y el premio a la mejor actriz.     
Además, y esto no deja de resultar curioso, “Secretos y mentiras” está compitiendo para la próxima entrega de los Oscar. Esperemos que esto no implique que Leigh, como la mayor parte de sus colegas británicos con la excepción de Ken Loach, termine trabajando en Estados Unidos.

Ahora que Loach, al menos temporariamente, ha abandonado sus descripciones de la vida inglesa, Leigh es, sin dudas, el cineasta británico más comprometido con su entorno. Más aún, personalmente creo que Leigh es uno de los pocos, muy pocos, cineastas contemporáneos, dentro de los que conozco, del cual pueden esperarse films de extrema importancia.
En “La vida es formidable”, título castellano que quita ambigüedad al “Life is sweet” original, Leigh, como en sus otras películas, se interna en el universo de la clase obrera inglesa. Describe cuatro días, los que van de un domingo a un miércoles, de la vida de una familia tipo: papá, chef en un restaurante; mamá, vendedora en una tienda de ropa para niños y dos mellizas, cercanas a los veinte años.

Lo que en principio puede aparecer como una crónica naturalista, un “fragmento de vida”, progresivamente se descubre como un relato minuciosamente estructurado donde importa tanto lo que se ve en cada encuadre, como aquello que se sugiere sutilmente o como lo que queda fuera de campo y cada espectador debe completar. Por ejemplo ¿qué indica esa melodía obsesiva –suerte de inequívoco vals francés- que atraviesa todo el film?
Hay otra elección estética de Leigh relativa al sonido. Tiene que ver con los matices y los tonos de voz, muy trabajados, de los intérpretes. Junto al significado de lo que cada uno dice, siempre hay un evidente plus de sentido otorgado por la forma en que lo dice. A tal punto que uno podría pensar –aunque dudo que sea así- que hay como una suerte de partitura previa de los tonos de voz, de los sonidos vocales. Adviertan, por ejemplo, la utilización de la risa nerviosa de Wendy, la madre.

Estos señalamientos que hago con respecto al sonido, que adquiere una presencia poco habitual, deben extenderse también a las imágenes construidas para conseguir un efecto de verdad que no se ve muy a menudo en las pantallas de los cines. En un momento en que la tecnología amenaza con un cine post-fotográfico, Leigh reivindica la expresividad de la materia.
El ámbito de Leigh, ya lo dijimos, es la clase obrera. No mira a sus personajes desde la ideología partidaria –como Anderson sostuvo que hace Loach-, no les reserva ni explosiones de heroísmo ni lucidez reivindicatoria. Por el contrario los mira, a veces con ternura, otras con ironía, sin imponernos una conclusión, retratándolos con respeto y asombro.

La distancia que necesita para hacerlo se la proporciona el haber elegido desterritorializarse a través del humor. Ignoro, y me interesa mucho, cuál será la reacción de Uds. De cualquier manera apuesto que aunque sea en un momento, o en varios, van a soltar la carcajada. Cuando lo hagan, traten de estar atentos a aquello de lo que se están riendo.
Después de la reproducción, los invito a permanecer y dialogar. De los dos encuentros previos recuerdo observaciones muy agudas.

La semana próxima, el jueves 27 a la hora 20.30, concluirá este ciclo con la primera exhibición pública en Rosario de “Justino, un asesino de la tercera edad”, film español del año 1994, dirigido por Luis Guridi y Santiago Aguilar, que firman sus trabajos como “La Cuadrilla”. Es un relato de humor negro, por momentos negrísimo, que no está editado en vídeo ni anunciado como posible estreno en las salas, en torno a los muy particulares métodos por los que un jubilado vuelve a sentirse útil.
Como dije la semana pasada, “La vida es formidable” podría subtitularse “Lo que Thatcher nos dejó”. También “Lo que vino tras el ajuste”. Esos dos imaginarios subtítulos intentan dar cuenta de su estricta actualidad. Me parece que el film de Leigh propone un espejo en el que nos podemos mirar. Por momentos, quizá, ese espejo puede parecer deformante e irritante, tiene que ver, sin duda, con lo grotesco. Sin embargo creo que estamos desacostumbrados a percibirnos como grotescos, es más confortable sentirnos héroes.

Con ustedes “La vida es formidable” o “Life is sweet”, un film que puede irritarlos. Hasta luego.  


Reunión 4: 27/2/97- 20 hs.
Buenas tardes, o noches, como prefieran.

Hoy cerramos el ciclo de pre-temporada que denominamos “Del humor en el cine europeo” y que lleva como subtítulo “Otra mirada sobre lo cotidiano”. La película que compartiremos es “Justino, un asesino de la tercera edad”, filmada y estrenada en 1994 por La Cuadrilla, nombre colectivo que esconde a sus directores y guionistas: Luis Guridi y Santiago Aguilar.
“Justino…” recibió en el vigesimoséptimo Festival Internacional de Cine Fantástico de Sitges el premio a la mejor película y al mejor actor, para su protagonista Saturnino García. No ha sido presentada en las pantallas de los cines argentinos ni figura entre los títulos a editarse en vídeo, que hoy la podamos compartir en este ámbito se debe a la gentileza de Gustavo Galuppo que nos la facilitó de su videoteca personal.

Es, ya lo deben saber, de origen español. Y esto merece una aclaración.
Como sabemos la distribución cinematográfica en Argentina, y no sólo acá, deja escaso margen para el estreno de cine europeo. Esta actitud se explica, en parte, por las preferencias de un gran sector de público al que lograron convencer que el cine son los films que se hacen en Estados Unidos. Este público que desprecia toda película que no venga del país del Norte suele tener un encono particular contra el cine español. Muchísimas veces he oído decir “el cine español no me gusta” y cuando he interrogado a partir de qué títulos se elabora ese juicio terminante, nunca saben decir ninguno.

El rechazo también se extiende a sectores que suelen pasar por conocedores. Parecería que, para ellos, el cine español contemporáneo se reduce al ya veterano Carlos Saura y a Pedro Almodóvar, que, por otra parte, es el único cineasta de ese origen cuya producción se presenta regularmente en Rosario.
Me siento en la obligación de decir que hoy en día la cinematografía española se cuenta entre las más interesantes del mundo; que tiene en su haber, por lo menos, veinte directores de primera línea; un director –que es Víctor Erice- que está entre los maestros del cine de todos los tiempos y una producción media de nivel. Para comprobarlo pueden ver “El día de la bestia”, de Alex de la Iglesia, que aunque los empresarios cinematográficos rosarinos no quisieron estrenar ya ha llegado en su versión para vídeo.

Vamos ahora a “Justino, un asesino de la tercera edad”, que, como ya dije, está firmada por La Cuadrilla, que es el nombre tras el que se disimulan Luis Guridi y Santiago Aguilar. Antes de éste, su primer largometraje, desde 1984 realizaron cinco cortometrajes y, después, otro largo: “Matías, juez de línea”. Ninguno se exhibió en Argentina.
“Justino…” como todos los otros filmes que integraron este ciclo es inclasificable, participa de la comedia, del “thriller”, del melodrama. Todo ello lo trabaja utilizando el “humor negro”, término ideado por el surrealista André Breton. Si el humor posee una potencia subversiva incontrolable, expresa una actitud inconformista frente a la realidad, podría decirse que el “humor negro” es su manifestación más angustiante. Porque no sólo se burla de aquello que retrata, sino que lo muestra más cerca de los gusanos de la muerte que de las mariposas de la vida.

A través del “humor negro”, “Justino…” desnuda la injusticia, la arbitrariedad y el absurdo que anidan en el orden social tal como se manifiesta cotidianamente.
Y esto de “tal como se manifiesta cotidianamente” convendría precisarlo un poco más. Pero podemos preguntarnos ¿qué es lo cotidiano? Lo diario. Por lo tanto, no es lo mismo lo cotidiano para mí que para Nelson Rockefeller, por citar a alguien. Entonces deberíamos pensar que el que un film trabaje sobre lo cotidiano no tiene que ver con aquello que muestra sino con cómo lo muestra, es decir qué elecciones estéticas pone en juego el director.

Vale decir qué escenarios elige encuadrar, qué puntos de cámara utilizar (una toma aérea, por ejemplo, suele destruir la sensación de cotidianeidad), cómo dirige a sus actores.
Esta digresión viene a cuento porque por las elecciones estéticas que pone en juego La Cuadrilla en lo cotidiano de “Justino…” aparece el asesinato observado como un hecho corriente. Salgamos del filme por un momento y pensemos ¿no es el asesinato un hecho cotidiano en nuestra sociedad?

Quisiera destacar dos rubros del filme que no convoca: la dirección artística de José Luis Arrizabalaga que consigue prodigios de ambientación y la fotografía de Flavio Martínez Labiano que, en más de una secuencia, trabaja la luz a la manera de algunas películas expresionistas alemanas, pienso concretamente en “La última carcajada”, de Murnau, sin que ese tratamiento rompa, precisamente, la sensación de cotidianeidad.        
Como siempre todos aquellos interesados en dialogar con respecto al film, y me parece que este tiene mucha tela para cortar, pueden quedarse al concluir la reproducción.

El amigo íntimo de Justino, Darío, un almohadillero al que llaman Sansoncito, entre copas recuerda una copla. Dice: “Cuatro puertas hay abiertas al que no tiene dinero: el hospital y la cárcel, la iglesia y el cementerio”. “Justino, un asesino de la tercera edad”, demuestra, entre otras cosas, que lo que dice la copla puede no ser cierto, que siempre puede construirse otra puerta. Y esto de que siempre puede abrirse otra puerta puede aplicarse al humor, que nos enseña que todo, absolutamente todo, puede contarse de otra manera.
Muchas gracias por vuestra presencia. Con ustedes, Justino.

EMILIO TOIBERO.

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