(Capriccio all’italiana, largometraje estrenado en Roma el 13 de
abril de 1968 y que nunca accedió a las salas cinematográficas argentinas,
está integrado por seis episodios: dos firmados por Mauro Bolognini y los
cuatro restantes por Mario Monicelli, Pier Paolo Pasolini, Franco Rossi y
Pino Zac y Steno. Una oportuna iniciativa de Cine Club Rosario y del
Consulado General de Italia en esa ciudad rescató, como parte de un plan de
difusión de la cultura italiana, la participación de Pasolini, llamada Che
cosa sono le nuvole?, la subtituló en castellano y la editó en formato VHS.
Puede accederse a ella en las videotecas de la embajada italiana o de los consulados
que representan a dicho país en las provincias argentinas).
Dos series de acciones abren el film, articuladas a través de un montaje
alternado y de una voz que en una serie es in y en la otra off. Por un lado
las que ejecuta un estercolero, interpretado por un cantante de inmensa
popularidad en el momento del rodaje, que mientras canta recoge la basura y
la coloca en un camión recolector; por el otro vemos aquellos procedimientos
por los que se termina la construcción de un títere con el tamaño de una
persona, manifiestamente interpretado por un actor, y se lo coloca junto a
otros a la espera del momento en que deberán entrar en acción. El recién
construido, que acaba de nacer, pregunta sobre lo que ve y lo que oye, le
responden que el basurero es alguien que junta los muertos y se va. Tenemos
entonces un cantante que interpreta a un basurero, que, en un nuevo
desplazamiento, es definido como un empleado de pompas fúnebres y un actor
que encarna a un títere, a su vez pintado y maquillado para representar a
Otelo en una particular adaptación del texto shakespereano. Pero también
tenemos dos extremos, el nacimiento y la muerte, conectados a través de un
procedimiento narrativo cinematográfico, aunque tomado de la literatura, que
los coloca en una relación dialéctica, forma del pensamiento que atraviesa
todo el film.
Después, un llamativo movimiento de cámara parte del suelo, de la abandonada
reproducción, que apenas puede entreverse, de un cuadro de Diego de Silva
Velázquez (1599-1660) sobre el que, como si fuera un afiche, una faja anuncia
la exhibición de La Terra vista dalla Luna, episodio también firmado por
Pasolini en otra película colectiva Le Streghe (1967) –en Argentina: Nadie
engaña a una mujer–, sube y recorre otras reproducciones de cuadros del mismo
autor que sirven para anunciar próximos estrenos, para finalmente detenerse
en una que calca a Las Meninas o La familia de Felipe IV o La Señora
Emperatriz de Austria (1656), sobre la cual están pegadas otras dos fajas de
papel: la primera dice “Oggi” y la otra “Che cosa sono le nuvole? Regia: Pier
Paolo Pasolini”. Esta fusión, abiertamente deliberada, del célebre cuadro con
el episodio obliga a detenerse. Si en esta pintura de Velázquez el lugar que
se le señala al espectador, mirado por casi todas las figuras que entran en
la composición, es el que correspondería al Rey y a la Reina, Felipe IV y
Mariana de Austria, reflejados en el espejo del fondo ¿cuál es el lugar que
le reserva Pasolini dentro de la historia?
El lugar del pueblo, que como espectador presencia una representación de
Otelo, pero también otro lugar, más privilegiado, que le permite asistir a
las pocas situaciones que ocurren entre bambalinas además del prólogo y el
epílogo: diálogos fuera del texto entre los títeres que representan a Otelo y
a Yago y algún otro entre el primero y el titiritero, quien detenta el poder
supremo sin ser visto ni conocido por el público, que de a ratos parece un
dios y en otros un psicoanalista (lugares de poder equiparados por el
discurso). Así como también le permite ver las intervenciones de la pareja de
músicos, a veces pautadas y a veces no, que acompañan, ocultos, la puesta en
escena, siempre presentados en planos que espacialmente no se articulan con
los otros como volviendo obvia la utilización de la música over en cualquier
película. Es decir que por un lado Pasolini dispone al espectador de su
trabajo como un miembro más de la platea, popular insisto, y por el otro le
permite ventajas propias de quienes se ubican en otro estamento social. Cuando
la platea inicia una rebelión subiéndose al escenario y alterando el curso de
la historia (¿la Historia?) queda a cargo del asistente a la película la
actitud a tomar. De la misma manera que Velásquez se incluía pintando dentro
de los límites de su ya mencionado cuadro célebre, Pasolini se incluye dentro
de su trabajo de corta duración dejando al descubierto no sólo cómo se
construye una representación, sino también cómo ésta crea diversos tipos de
espectadores. Acá éstos no son el Rey y la Reina, ausentes del campo y
encarcelados en un reflejo, sino que pueden también constituirse como
actores.
El movimiento popular destroza a Yago y a Otelo, pero Pasolini no olvida que
son nada más que títeres que deben decir, so pena de ser dados de baja, un
texto que no les pertenece. Y entonces les concede uno de esos maravillosos
arrebatos líricos, de esas epifanías en las que es tan pródiga su
filmografía. Ya arrojados por el sepulturero (el estercolero cantor) a un
basural, desde allí, y sólo desde allí, desde su agonía, convertidos en
hombres porque ya no sirven más para títeres, observan la naturaleza. El más
joven dice: “Y eso ¿qué es?”. El más viejo le responde: “Aquellas son...son
las nubes”. “¿Y qué son las nubes?”. “Quién sabe”. “¡Qué hermosas son! ¡Qué hermosas!”.
“¡Dolorosa, maravillosa belleza de lo creado!”. La imagen congelada de las
nubes recortándose en el cielo cierra el film.
Dentro de la ejemplar producción cinematográfica de Pier Paolo Pasolini, los
tres trabajos realizados con Totó y Ninetto Davoli como protagonistas
–Uccellacci e Uccelini (1966), La Terra vista dalla Luna y éste que
reseñamos- logran conjugar tres aspectos que rara vez están juntos: una
reflexión tan sutil como profunda sobre la situación histórica contemporánea
a su rodaje, una deconstrucción de los mecanismos del relato cinematográfico:
es decir la propuesta de lo que el cineasta llamó “cine de poesía” y la
transmisión del estado de felicidad en el que han sido hechos.
Ficha
técnica:
¿Qué
son las nubes? [Che cosa sono le nuvole?]
Italia, 1967.
Italiano, color, 20m.
Dirección y guión: Pier Paolo Pasolini.
Intérpretes: Totó (el títere que representa a Yago), Ninetto Davoli (el
títere que representa a Otelo), Domenico Modugno (el basurero cantante),
Franco Franchi (el títere que representa a Casio), Ciccio Ingrassia (el
títere que representa a Rodrigo), Laura Betti (el títere que representa a
Desdémona), Adriana Asti (el títere que representa a Bianca), Francesco
Leonetti (el titiritero).
Fotografía: Tonino Delli Colli.
Montaje: Nino Baragli.
Música: Domenico Modugno.
Dirección artística: Mario Garbuglia.
Vestuario: Jürgen Henze.
Producción: Dino di Laurentiis.
EMILIO
TOIBERO.
|
No hay comentarios:
Publicar un comentario